Otro paso en la escalada
Los disparos del lunes junto a la pista de despegue occidental del aeropuerto de Francfort no sólo suponen un potente argumento para los intentos de los conservadores en la RFA de ilegalizar a los movimientos pacifistas, antinucleares y de base y marginar así a las fuerzas que más obstaculizan el definitivo giro a la derecha en la política de seguridad interna, anhelo incumplido desde la llegada al poder, en 1982.Supone también un jarro de agua fría para los intentos de analizar con distanciamiento y serenidad lo que supuso para este Estado el terrorismo de los años setenta. El atentado se produce en pleno debate sobre el otoño sangriento alemán, cuyo décimo aniversario se conmemora. En ese otoño fue secuestrado el presidente de los empresarios alemanes occidentales, Hans Martin Schleyer, y un comando secuestró un avión de Lufthansa, que poco después fue asaltado por unidades especiales en Mogadiscio. En los dos días siguientes al asalto murieron en su celda tres dirigentes de la Fracción del Ejército Rojo y apareció también muerto el empresario Schleyer.
Aquel otoño frustró los planes de un proyecto histórico de tolerancia y de integración de la marginalidad ideológica y cultural en el espectro político legal de la RFA, abierto por el canciller socialdemócrata Willy Brandt. El Gobierno conservador de Helmut Kohl ha creado la sociedad de dos tercios. Dos terceras partes de la población se benefician del auge económico, mientras un tercio queda abandonado, en desempleo muchos, con menores prestaciones sociales e ignoradas sus inquietudes, que son tachadas por los gobernantes de "histerias" o "pretextos para la anarquía". La radicalización de la juventud marginada se viene haciendo evidente desde hace años. Las revueltas de Berlín Oeste este año lo demuestran. El atentado del domingo es un nuevo paso en la escalada.
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