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Tribuna:UNA HISTORIA URBANA
Tribuna
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Carta a Mariáno desde West Side Highway (prisión)

Querido Mariano: Sigo contándote. Mr. Raimondi, el representante de la empresa (como ya sabrás, se está portando extraordinariamente), me aseguró que se encargaría en persona de que mis cartas te llegaran puntualmente.Bueno, no es que quiera disculparme, pero ya sabes cómo son estas cosas: te lías, te lías, y cuando te quieres dar cuenta no controlas mucho que digamos. Además, con todo esto de los viajes largos y los horarios cambiados, peor. Fíjate que tuve que comprar un frasco de colirio japonés en el Duty Free. También esto se lo dije al doctor Rotten, por si fuera de interés.

El caso es que al llegar al hotel me encuentro con Flower Graham, Rose G. Holly y Ana Boris. Resulta que ellas también habían estado en la feria aeronáutica de Le Bourget y ni nos vimos allí ni en el avión. Me dio alegría que estuvieran en el Helmsley Palace, porque no te haces idea de lo mal que se pasan tantas horas sola. Cenamos juntas en Maxwells Plums; eso lo recuerdo perfectamente, porque Graham ha pasado de Nucs a Missil's y quería que lo celebrásemos a toda costa. Así que se empeñó en que tomáramos cava catalán después del martini y del vino. Y es lo que tú dices -mi amor, siempre tienes razón-, que lo malo es mezclar. Porque si hubiera sido cava desde el principio, seguro que no me habría trastornado como, según parece, me trastorné. De todos modos, en esta ocasión hay que alegrarse, pues, como dice Rotten, quien conoce los efectos de alcoholes de diverso origen sobre el organismo, sabe el desorden mental que ello conlleva.

Intereses

A esto se unió que tanto Boris como Holly estuvieran sembradas durante la cena. Ya sabes a lo que me refiero, hicieron gala de un sentido del humor increíble, y eso que también ellas andaban por los suelos con esto del viaje. Boris propuso que siguiéramos la velada en el Harrys Bar. No es que fuera una juerga, más bien estábamos dando rienda suelta a toda la tensión acumulada durante los días anteriores. Además, Holly estaba contenta porque había conseguido vender la patente del prototipo Steelangel a una empresa británica. Así que cuando llegamos al Harrys subió a su habitación y nos trajo una droga suave para que la probáramos. Se llama XTC, y la verdad es que no sé explicarte qué efectos produce. Parece que también esto actuará en mi favor, pues Rotten dice que aún no se conoce la sintomatología completa.

Eso también lo recuerdo. No te lo tomes a mal, por favor. Comprende que los contactos con ellas me interesan y tampoco iba a ser yo la primera en rajarme. El respeto de los demás es importante, y más aún en el mundo del business. El caso es que cuando Boris propuso que nos divirtiéramos un poco con algunos de aquellos zorrillos de Sutton Place, nadie se negó y no iba a ser yo quien diera la nota. A partir de ese momento, sólo recuerdo que en algún punto de la Lexington Ave. un hombre de esos morenos y entecos se empeñó en ofrecerme sus servicios. Y no lo he olvidado porque repetía esta frase en español: "Pégame, Pacheco. Pégame, Pacheco". Comprenderás ahora por qué el doctor me ha prohibido terminantemente que conecte la programación en español (el televisor no es en color).

Entre ese momento y la celda desde la que te escribo, en mi cabeza se abre un inquietante vacío. Dice Rotten que se trata de una amnesia ligada a un estado confusional, posiblemente debido a la psicosis de Korsakov, que tiene mucho que ver con el alcoholismo. No es que yo sea una alcohólica, sino que, dada la ingestión politóxica que tuvo lugar aquella noche, perdí la capacidad de orientarme en el espacio y en el tiempo y no consigo recordar determinados sucesos. El doctor Rotten me ha hecho pruebas por si hubiera lugar a una polineurosis, lo cual, en su opinión, sería perfecto.

Raimondi estuvo tan discreto que no quiso explicarme lo que pasó. He tenido que ir atando cabos poco a poco, sobre todo a partir de los malintencionados comentarios de algunas de las presas, auténtica carroña. "¡Vaya, vaya, con que tú solita lo tiraste al patio!", me dicen algunas, pronunciando muy claramente para que lo entienda bien. Al parecer, dicen que yo -tu mujer, sí, Mariano- me cargué al tipo aquel que quería que le pegaran. Que le di un empujón, le tiré al suelo y le clavé mi tacón de aguja en la yugular. Que después arrojé su cadáver desde la ventana de mi habitación al patio. ¿Te imaginas? ¿Imaginas a tu Concha haciendo semejante cosa? Yo, que me desmayo con sólo ver sangre, que -como tú muy bien sabes- no puedo ir sola a hacerme un análisis... Mira, esto no se lo he dicho al doctor; voy a apuntarlo para que no se me olvide. O sea, las putas estas (que tendrías que oír las barbaridades que les dicen desde las ventanas a las leather queens) me llaman asesina. Por supuesto que lo rechazo. Yo, Concha Banderas, responsable de las transacciones internacionales de la Cretin's Army.

El doctor Rotten me confirmó que, aunque me resulte imposible de creer, pesa sobre mí esa acusación. Parece ser que una camarera del hotel fue quien informó de todo. ¡Una camarera, Mariano! ¡Una camarera.? ¿Cómo es posible que en un hotel de seis estrellas tengan camareras así? Supongo que la habrán despedido. No quiero ni pensar en las pérdidas que esto habrá supuesto para el HeImsley, pero en el fondo me alegro. Que aprendan a ser profesionales o, si no, que se dediquen a otra cosa. Ya ves, en este país también cuecen habas.

No es eso todo. Estas cerdas se empeñan en preguntarme que dónde he guardado el pene y la lengua de aquella piltrafa de hombre que estaba en la Lexington Ave. Esto también ha sido motivo de gran preocupación. Pero el doctor Rotten me ha tranquilizado, pues tomé la precaución (es decir, no yo, sino esa otra parte de mí) de actuar con guantes e introduje tales miembros en una bolsa esterilizada de esas que no faltan en ningún hotel de seis estrellas. Después arrojé la bolsa por el inodoro, así que no hay peligro de contagio. A saber qué enfermedades tendría aquel tipo, que, por cierto, ni sé cómo se llamaba.

Cruel

Tú que me conoces, ¿puedes creer una sola palabra? Sé que no. Pero la vida es tan cruel a veces que aquí me tienes, como en una pesadilla, sin poder abrazaros ni a ti ni a los niños, sin poder llamaros siquiera por teléfono. ¿No es inhumano? Menos mal que el embajador ha venido a visitarme y que los argumentos científicos del doctor Rotten me llenan de confianza. Por lo que sé, una máquina de justicia tan engrasada como ésta tiene muy en cuenta esos datos.

Dentro de un momento estará aquí Harry Corrupt, no sé si él en persona o alguien de su bufete. La firma Corrupt es la más prestigiosa del país: como ves, Raimondi no escatima nada. Pase lo que pase, me consuelo pensando que si tengo que permanecer aquí más tiempo, lo aprovecharé para hacer un master, o tal vez dos: en fondos de inversión y en deuda externa. También espero dedicarme a fondo a la psiquiatría, una ciencia apasionante que he podido conocer mejor gracias a las brillantes explicaciones de Paco Rotten (¿no te he dicho que es de madre leonesa?). Es Harry Corrupt en persona, te dejo. Todo mi amor, Concha.

P. D. Mr. Corrupt se muestra muy optimista. El fiscal ha decidido tener en cuenta los criterios del doctor Rotten y mostrarse más condescendiente. ¿No es maravilloso? Ya te daré más detalles. ¡Hay que confiar en la ciencia, Mariano! Nunca se equivoca. Besos a los niños.

Mercedes Soriano es escritora, autora de la novela inédita Sic transit.

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