Karpov, con blancas, ganó la quinta partida
El soviético Anatoli Karpov ganó ayer la quinta partida del encuentro por el título mundial de ajedrez que le enfrenta a su compatriota Gari Kasparov, el campeón. El aspirante encontró, por fin, el arma que buscaba contra la pertinaz defensa Grunfeld de Kasparov, quien consiguió, sin embargo, un activo contra juego, pero a costa de invertir mucho tiempo. El campeón hizo sus últimas siete jugadas en menos de un minuto. Karpov vence ahora por 3-2 en un campeonato a 24 partidas.
Tras la jugada 20ª de Karpov, la tensión ya se podía cortar con un cuchillo. El ex campeón tenía un peón de ventaja y a Kasparov sólo le quedaban dos posibilidades activar rabiosamente sus piezas o perder en lenta agonía a manos de la depurada técnica de su rival. Los grandes maestros que discutían en la sala de análisisi no lograban desentrañar quién tenía ventaja.En la rotonda del Casino de la Exposición, el ambiente recordaba al de un zoco árabe. Cientos de aficionados de todas las edades intentaban demostrar que su favorito iba a ganar. En el patio de butacas, Clara Kasparova, la madre del campeón, personifica ba la angustia con la cara escon dida en su mano derecha. Natacha, la esposa de Karpov, paseaba por los pasillos. Todos presa giaban otro final emocionante. En realidad, la partida respondió perfectamente a la expectación despertada. Existía entre los aficionados una curiosidad, no exenta de morbo, sobre el planteamiento preparado por el aspirante, junto a su entrenador y tres analistas, durante los últimos dos días.
Línea telefónica
Es posible que, durante ese período, Karpov haya utilizado la línea telefónica directa con Moscú que exigió a los organizadores. No sería la primera vez que un jugador soviético dispone de un segundo equipo de ayudantes a larga distancia. Se trataba, en suma, de saber si Karpov había elaborado una venenosa receta contra la defensa Grunfeld o prefería abrir el juego con el peón de rey, lo que no ha hecho desde el 9 de noviembre de 1985, cuando perdió el título.Se supo enseguida. Al estrechar la mano de Kasparov, el aspirante mostró una sonrisa más abierta de la habitual. "Ha preparado algo muy especial" debió de pensar Kasparov al ver que su rival cambiaba la insulsa variante de partidas anteriores por otra mucho más agresiva, poco frecuente en la práctica magistral y en desacuerdo con el estilo posicional y sosegado de Karpov. Cuando, tras 11 jugadas realizadas a gran velocidad, Karpov introdujo su novedad de laboratorio, Kasparov agarró su muñeca izquierda con la mano derecha y se volvió hacia el público.
Muchos especialistas recordaron en ese momento una frase de Clara Kasparova: "Siempre me siento en la misma butaca para que, en los momentos difíciles, mi hijo sepa dónde estoy". Pero Clara aún no había llegado, como pudo comprobar Karpov, que también se giró y vio a Natacha sentada junto a su médico. Kasparov estaba solo ante el peligro. En el palco central, Florencio Campomanes, el presidente de la FIDE, y Román Torán, el vicepresidente, parecían satisfechos. Partidas como ésta hacen que se hable mucho del ajedrez.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.