_
_
_
_
PRESENCIA HISPANA EN NORTEAMÉRICA

El sueño eterno

La península de Monterrey, el extremo sur de San Francisco

Al sur de la ciudad de San Francisco está la península de Monterrey, que incluye el pequeño municipio de Carmel, famoso por su misión de San Carlos Borromeo del Río Carmelo, fundada en 1770 por fray Junípero Serra, y famoso también por tener un alcalde llamado Clint Eastwood. Carmel cuenta con unos 5.000 habitantes, que se multiplican por dos en temporada alta; es una villa de veranee para gente rica y artistas no demasiado bohemios, que viven en casas confortables semiescondidas en la foresta y que bajan a comprar a las exquisitas tiendas de Main Street o a pasear por la playa, batida por el océano Pacífico.

Más información
Imágenes diarias en la televisión de los hispanos
El Rey aprovechó su presencia en Norteamérica para subrayar el compromiso español con la OTAN

Antes de ser alcalde de Carmel, Eastwood produjo tres películas que se rodaron aquí -la más famosa, Play Misty for me- y proporcionaron al pueblo tal publicidad que a los votantes no les quedaron dudas a la hora de elegirle como major, Y parece que el actor les dedica buena parte de su tiempo, pese a que sigue trabajando en el cine y a que aparece también en anuncios publicitarios a favor de la conservación del medio ambiente: "Los malos destruyen la tierra americana, los buenos tratamos de impedirlo", dice un Eastwood completamente encanecido y con aspecto de alimentarse sólo a base de nueces. Bad boys, good boys. Así de simple.Monterrey es otra cosa. Hay huella española, pero sólo del pasado: el presidio o fuerte, la catedral, las casas de adobe, los museos. No se descubre presencia hispana. Para eso hay que irse al interior, al Valle de Salinas, en donde prácticamente la mayoría de los braceros son chicanos o inmigrantes ilegales recientes. En Salinas nació John Steinbeck, y sobre el valle nadie ha escrito algo mejor que Las uvas de la ira.

Steinbeck también vivió en Monterrey, en sus años mozos, mezclándose con los pescadores de Cannery Row, un tramo situado junto al mar, en el que se instalaron las fábricas de conservas. Cuando las barcas depositaban en la arena su cargamento azul de sardinas, las cañerías avanzaban sus embocaduras y absorbían el botín, sacudiéndolo, limpiándolo, despiezándolo, hasta que salía enlatado por el otro extremo. La calle entera temblaba con la operación. Eso era en otros tiempos; tiempos en los que aquí vivía gente curtida, en medio de lo que Steinbeck llamó "un poema, una cualidad de la luz, una nostalgia, un sueño".

En la actualidad, Monterrey es una ciudad turística de 28.000 habitantes, que se triplican durante la temporada alta. Tiene una amplia playa de dunas, un muelle para embarcaciones de recreo, un festival anual de cine y otro de jazz, un acuario en donde se hospeda toda la flora y fauna de la bahía -por si les interesa, en su interior se rodó Stars treak IV- y un pequeño aeropuerto del que parten bimotores que conectan con las ciudades cercanas en el lapso de un suspiro.

La pesca de Steinbeck

De la Cannery Row descrita por Steinbeck apenas queda nada. Hace unos 30 años, las sardinas decidieron retirarse. Ya antes lo habían hecho las ballenas -Monterrey fue puerto ballenero durante todo el XIX y principios de este siglo-, cansadas de tanto exterminio. Cuando también las sardinas decidieron desaparecer, el pueblo entero lo tomó como una retirada momentánea y, cada vez que una sardinilla despistada caía en una red, lo creían un signo de recuperación.No ocurrió así, y las fábricas se convirtieron en restaurantes, en almacenes de souvenirs: porque, mermada en sus ingresos pesqueros -aquí no hay más que calamar y lenguado, todo el marisco viene de San Francisco-, Monterrey tuvo que potenciar su vertiente turística, poniendo al día sus atracciones de tierra y mar.

La vieja Monterrey a la que huía Carl Trask -personaje de Al este del Edén, James Dean en la película- se ha convertido en un moderno centro turístico que incluye la visita al lugar llamado Path of History, en donde uno puede visitar el punto desde el que los españoles . reclamaron esta tierra para su rey; las casas de Alvarado, de Vasquez, de Estrada; el primer teatro que hubo en California, que sigue funcionando. Y la casa de R. L. Stevenson, que, si bien no escribió nada en Monterey, sí dedicó su tiempo a cortejar a la que sería su esposa.

Cerca está el Fisherman's Wharf, el muelle de pescadores, con su embarcadero de madera, también convertido en muestrario de restaurantes, negocios de recuerdos y puestos de venta de pescado fresco o de chucherías marinas para picotear o arrojárselas a los elefantes marinos que chillan y sacuden sus aletas entre los pilares desgastados por el océano. Entre ellos revolotean cientos de gaviotas, a la espera de las sobras de los restaurantes.

De cuando en cuando, en algún bar que todavía mantiene cierto estilo, cierto sabor de antaño, un hombre de piel bronceada contará que al norte de la bahía alguien se ha hecho con un buen montón de sardinas. "Volverán, seguro". Entonces se abre la puerta y un grupo de bulliciosos turistas entra pidiendo margaritas, y el tipo se calla, y se queda mirando cómo el barman agita la coctelera.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_