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Carl Hagen, la oveja negra convertida en lobo feroz

Preocupación en Noruega por la consolidación de la extrema derecha en el mapa político nacional

La aparente tranquilidad noruega no consigue disimular los efectos causados por el ascenso espectacular del partido que dirige el ultraconservador Carl Hagen, que alcanzó un 12% de los votos en las elecciones municipales del 14 de septiembre y se convirtió de la noche a la mañana en el tercero en importancia en el país. Hasta ahora oveja negra del rebaño político, cuya, compañía rechazaban por igual izquierda y derecha, Hagen, transformado en lobo feroz cebado en conservadores y en laboristas, ha pasado a ser en el convidado de piedra con el que habrá que convivir y lidiar.

La situación política que esas elecciones han abierto en Noruega sólo es comparable, por su tensión, a los días de 1972 en que los noruegos rechazaron en un plebiscito su ingreso en la Comunidad Europea. Si los solicitantes de asilo y los extranjeros de piel y cabellos oscuros tienen motivo para sentirse inquietos por su futuro en una de las democracias más sólidamente asentada de Europa, no lo tienen menos los líderes políticos de los grandes partidos.Quienes creyeron que la extrema derecha sería un episodio fugaz e irrelevante que desaparecería por el solo hecho de ignorarlo, ven ahora una realidad que ha venido a alterar un orden político más o menos inmutable, dentro de las diferencias y similitudes entre burgueses y socialistas. Un orden basado en un alto nivel de consenso y en una armónica convivencia, garantizados por la riqueza que hace unos 15 años comenzó a brotar de las profundidades del mar bajo la forma de petróleo, y que de ahora en adelante puede ser puesto en cuestión.

Si bien el Partido del Progreso noruego ha sido comparado a menudo con el similar danés que dirige Mogens Glips, Hagen tiene gran aventaja sobre su vecino en presencia y carisma. Con menos de 40 años y un típico aspecto nórdico, Carl Hagen tiene las características de un político moderno. Su discurso, generalmente improvisado y carente de profundidad, resulta convincente porque sabe decir lo que el auditorio espera oír. Suele dar impresión de sensatez, pero también es capaz de ser cínico.

En la reciente campaña electoral leyó en la calle una carta, supuestamente enviada por un refugiado libanés, en la que éste le decía que pronto las iglesias serían derribadas para construir mezquitas y que el país se transformaría en un Estado musulmán. Posteriormente se comprobó y el mismo Hagen admitió que la carta era falsa, pero el efecto buscado entre sus partidarios no desapareció por eso.

Libertad de mercado

En materia económica, Hagen preconiza una irrestricta libertad de mercado con una fuerte disminución de los impuestos y de los gastos estatales, sobre todo los destinados a la cultura. Entre los postulados del partido figura la eliminación de la ayuda noruega al desarrollo de países del Tercer Mundo -cerca del 1% del producto nacional bruto-, y en primer lugar, el que se destina actualmente a Nicaragua.La ausencia de discurso escrito, del que tanto dependen los políticos nórdicos, contribuye a mejorar la imagen de Hagen frente a su auditorio. Salpica sus discursos con anécdotas y expresiones populares, pero quienes han investigado en sus antecedentes dicen que la escuela era tímido y casi nunca se atrevía a pedir la palabra. Probablemente fue por ello que se apuntó a un curso de oratoria que organizaba el Partido Conservador, a cuya sección juvenil pertenecía.

Estuvo presente en la reunión en que Anders Lange fundó el partido de los descontentos con los impuestos, a principios de los setenta, e ingresó en el Parlamento por primera vez en 1973. Al año siguiente moría Lange y Hagen heredó lo que parecía un partido en vías de disolución.

Desde 1981, su carrera polítia ha seguido una irresistible curva ascendente, que ahora acaba de alcanzar su momento de mayor alza. Carl Hagen espera, paciente y confiado, nuevos éxitos, mientras insiste en que la única línea divisoria de la política noruega está trazada entre su partido y todos los demás.

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