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La socialdemocracia sueca celebra su primer congreso tras la muerte de Palme

El Partido Socialdemócrata sueco inauguró ayer su trigésimo congreso con la presencia de un centenar de invitados procedentes de 40 países. El congreso se celebra esta vez bajo el liderazgo del primer ministro, Ingvar Carlsson, en quien recayó la responsabilidad de sustituir a Olof Palme a raíz del asesinato de éste, el 28 de febrero de 1986. Desde entonces ningún cambio espectacular se ha producido en el país ni en el partido, pero la idea de que la desaparición de Palme marcaba el fin de una etapa parece haber sido corroborada por los hechos.

Las circunstancias que rodearon el crimen, antes y después de cometido, así como su previsible impunidad, no sólo dañaron la imagen de Suecia en el exterior, sino que pusieron a dura prueba la habitual credibilidad del pueblo sueco.

Una serie de episodios posteriores -algunos, con ribetes de escándalos políticos, como el cada vez más complicado asunto de las exportaciones de armas de la empresa Bofors- y otros cambios en proceso de gestación parecen confirmar aquellas previsiones.

El Partido Socialdemócrata, sir haber sufrido ninguna fisura que ponga en peligro su cohesión, no ha permanecido inmune al proceso de cambios que más que en el abandono de viejas banderas se expresa en el freno a la profundización de la política social característica de la socialdemocracia, cuando no en su disminución.

El descontento interno en algunas bases sobre la distribución de los beneficios de una economía que ha seguido una curva ascendente desde la recuperación de Gobierno por los socialdemócratas en 1982 no parece significar un peligro capaz de afectar esa cohesión, pero significa un toque de atención.

La idea de que la brecha entre los poseedores del poder económico y el resto de la sociedad se ha profundizado es un tema presente en el debate político. Y precisamente uno de los mecanismos concebidos para atenuar uni excesiva concentración del poder económico, los fondos de asalariados, están siendo cuestionados desde la propia cúspide de la central de trabajadores.

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