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Una comarca atemorizada por 'el terrible Vilariño'

José Antonio Lamas ha ingresado en prisión acusado de incendiario

Los más de 100 vecinos de las parroquias de Trasmonte, Narla y Carlín, en el municipio lucense de Friol, han comenzado a respirar tranquilidad. Levantaron las patrullas nocturnas que mantenían desde hace varios años y comienzan a recuperar la ilusión. Su enemigo público, el joven de 29 años José Antonio Lamas Suárez, al que han dado en llamar el terrible Vilariño, ha ingresado en prisión. Desde hace más de un lustro tenía atemorizadas a estas tres parroquias.

Incendiar pajares, quemar casas, destrozar cementerios y cosechas, destruir colmenas, amputar los tendones de las patas a las vacas, a las que también cegaba y quemaba con sosa, llenar los pozos de agua con piedras y petróleo, talar árboles, destrozar silos y cortar alambradas, son algunas de las acciones presuntamente realizadas por él, que los vecinos, todavía temerosos, enumeran, al tiempo que piden unánimemente "que lo destierren".Quizás Manuel Lamas, que vive en Portela-Narla, haya sido el más castigado por el temible Vilariño. Se sospecha que fue él quien le segó una importante cantidad de trigo, peló 300 pinos y cortó otros 100, taló seis eucaliptos, cuatro abedules y ocho castaños, cortó el rabo de dos vacas, una de las cuales, preñada, tuvo que sacrificar; destrozó alambradas y silos, envenenó tres colmenas, arrojó petróleo a un pozo, a raíz de lo cual murieron tres cerdos, y echó piedras en el pozo del agua que utilizan para el consumo doméstico.

Cien amenazados

Pero al menos otros 100 vecinos del municipio de Friol se han visto amenazados o han sido víctimas de acciones similares en los últimos años, lo que ha originado que viviesen atemorizados por la presencia del joven, natural del lugar de Vilariño, que hace pocos días ha ingresado en prisión acusado de provocar dos incendios.Sólo la ausencia del temible Vilariño hace que los lugareños se decidan a hablar. Pero el temor a represalias y la precaución todavía les lleva a mantener su identidad en el anonimato. Pese a ello, la comarca parece recobrar la tranquilidad. Se han retirado las guardias nocturnas que mantuvieron por turnos en los últimos cinco años y comienzan a mostrar ilusión por recoger sus cosechas y atender al ganado. Parece como si se dispusiesen a iniciar una nueva etapa en la vida que se vio un día trancada por la "tolemia dese rapaz (locura de ese muchacho), un manitas, un artista, un hombre que si en vez de utilizar sus mañas para el mal las emplease para hacer bien sería una bendición del cielo", según confiesa una mujer de edad que se muestra esperanzada de que la situación cambie.

Cuando, hace más de cinco años, apareció destrozado un molino, muy pocos pensaron que pudiese ser obra de José Antonio Lamas. Tampoco cuando a los pocos días fue incendiado un pajar. Y al día siguiente otro. Pero la sucesión de acciones similares no ha cesado desde entonces, con la única excepción de la ausencia del lugar del joven. Los vecinos enumeran de carretilla los actos que atribuyen a este joven, de quien aseguran que cuenta con una cómoda situación económica, que le ha permitido pagar las sucesivas fianzas que le fueron exigidas por diversos delitos.

Siempre pudo hacer frente al pago, por lo que a los pocos días de su detención, regresaba al domicilio en el que vivía con sus padres, ya ancianos, para preocupación y temor de sus vecinos.

Testigo de Jehová

Lamas Suárez, que se dedicaba a las tareas agrícolas tras haber sido cantero, fue como un azote para la amplia comarca del municipio de Friol. Su conducta le ha acarreado problemas, como la expulsión de la comunidad de los testigos de Jehová a raíz de quemar una casa, en la que causó daños por más de dos millones y medio de pesetas, en Trasmonte. Fue entonces cuando sus vecinos intentaron lincharlo, evitándolo la Guardia civil.Ahora parece distinto. La sucesión de delitos que se sospecha ha cometido hace pensar a los vecinos de Trasmonte, Narla y Carlín que el temible Vilariño tardará algún tiempo en volver al lugar.

Y comienzan a recobrar la calma. "Ahora ya podemos tener ilusión por nuestras cosechas y nuestro ganado", dicen quienes, unánimemente y como si de un acuerdo se tratase, piden que "lo destierren lejos de aquí".

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