La República Democrática Alemana volvió a dominar los Campeonatos Mundiales de atletismo
La República Democrática Alemana volvió a dominar los Campeonatos del Mundo de atletismo. Diez medallas de oro había ganado en Helsinki hace cuatro años, y otras 10 ha vuelto a obtener en Roma. Sólo que en esta ocasión su potencial masculino ha ascendido. Tradicionalmente basaba su fortaleza en las especialidades femeninas (ocho triunfos en Helsinki), y en esta ocasión cuatro de sus medallas las logró en las masculinas. De todas formas, el gran triunfador fue el canadiense Ben Johnson, que logró la hazaña de batir por 10 centésimas el récord mundial de 100 metros (9.83) y a Carl Lewis, que tampoco pudo en longitud con los 8,90 metros de Beamon.
Los Mundiales de atletismo, en su segunda edición, han convertido ,esta competición en una de las tres más importantes, para Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional, a la misma altura que los fuegos Olímpicos y la Copa del Mundo de fútbol. Para que esto haya sido posible sólo ha tenido que suceder algo simple: que todos los mejores atletas del mundo se enfrentaran entre sí, como ocurrió en Helsinki 83 y que no sucedía desde Los Juegos Olímpicos de Múnich 72.Esta posibilidad ha permitido con 5rinar a Carl Lewis en salto de longitud, a Greg Foster en 110 metros vallas, a Edwin Moses en 400 metros vallas, a Sergei Bubka en pértiga y a Sergei Litvinov en martillo como los únicos atletas capaces de mantenerse durante cuatro años como los mejores del mundo.
En esta lista, curiosamente, no aparece ningún atleta de la República Democrática Alemana. Las figuras que siguen paseando su hegemonía por el mundo son estadounidenses o soviéticas, ninguna alemana oriental en cambio, que son las que dominar el conjunto del atletismo mundial.
La República Democrática Alemana lo que hace es renovarse coritinuamente. A sus campeones les suceden otros pronto, porque, al contrario que en otras potencias, raro es el que logra permanecer un largo período en primera línea. La planificación que siguen los atletas en la República Democrática Alemana es, teóricamente, perfecta. Desaparecen en invierno para prepararse física y biomecánicamente con vistas a la temporada de verano. Compiten poco, todos se presentar al campeonato nacional -que siempre se celebra inmediatamente antes de las grandes competiciones que hayan preparado-, los mejores son seleccionados, y luego arrasan donde se presentan.
El único error de esta planificación es la falta de competiciones. En algunas pruebas puede compensarse con controles periódicos, pero hay otras disciplinas, los 1.500 metros, por ejemplo, que necesitan de la competición. Los corredores han de ponerse finos, y sólo lo consiguen en las carreras donde existe fuerte rivalidad. Y los mediofondistas de la RDA tienen contadas sus apariciones en las reuniones europeas del verano. La consecuencia es que les cuesta muchísimo trabajo sacar atletas de elite en una de las pruebas reinas.
Confirmación africana
La segunda edición de los Mundiales también trajo la confirmación de las posibilidades que tienen los atletas africanos. Los kenianos Konchella, Kipkoech y Wakihuru ganaron los 800 metros, los 1.500 y la maratón, respectivamente; el somalí Bile, los 1.500, y el marroquí Auita, los 5.000 metros. Todos ellos, menos Auita, que lo hace en Italia, se preparan en Estados Unidos. Allí, los entrenadores lo único que han hecho ha sido explotar y perfeccionar las condiciones naturales de esos atletas que les llegaban desde África. En estos Mundiales hubo 12 campeones de color por ocho que hubo en los anteriores.Cuando el mundo del deporte abre sus fronteras, como en este caso los Mundiales de atletismo, se descubren entonces las infinitas posibilidades que tiene el hombre de superar lo que hoy se consideran límites físicos en sus posibilidades. No sólo se derriban esos topes que tienen una medida en los récords, sino que hay gente capaz de hacer temblar las murallas de la tradición, como es que el atletismo británico pierda cada vez más su dominio en las pruebas de medio fondo, y más concretamente en la de 1.500, por su similitud con la de la milla (1.609 metros). En las grandes competiciones anteriores contaba sus medallas a pares; en este último Mundial ni siquiera subió al podio. La revolución del atletismo ha comenzado.
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