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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paraísos peligrosos

LA MUERTE de una niña de 14 años a consecuencia de las lesiones, sufridas en un accidente acaecido el pasado domingo en un parque acuático de Ibiza, apenas dos semanas después de que un niño de 11 perdiera la vida en unas instalaciones similares de Platja d'Aro(Gerona), demuestra que las voces de alarma sobre los peligros potenciales de tales instalaciones estaban más que justificadas. El hecho de que también en este caso las instalaciones, en funcionamiento desde hace dos años, carecieran de la preceptiva licencia municipal aumenta los motivos de inquietud ante una actividad en expansión que, por lo que se ve, navega en aguas escasamente controladas por la Administración. Los parques acuáticos, un invento norteamericano destinado a satisfacer -y a estimular- la demanda de emociones intensas de quienes no se conformaban ya con disfrutar del baño y el sol en las playas, han conocido un espectacular desarrollo en España. En apenas cuatro años se ha pasado de dos parques a los 18 en funcionamiento, a los que en breve se unirán otros ocho ya proyectados.

Este espectacular aumento de la oferta ha, influido probablemente en la escalada de los promotores por ofrecer atracciones cada vez más emocionantes, término que con frecuencia acaba siendo equivalente al de arriesgadas. Nada habría que objetar al deseo de satisfacer las ansias de exaltación de los jóvenes y adolescentes si esas innovaciones fueran acompañadas de una permanente adaptación de las medidas de seguridad. Pero, por no haber, ni siquiera hay una normativa específica que regule las condiciones mínimas de seguridad exigibles a este tipo de instalaciones para recibir el permiso de apertura. En los meses de julio y agosto se calcula que la media de usuarios se acerca a los 4.000 visitantes diarios por parque. Ello significa que unos dos millones de personas de todas las edades participan a lo largo del verano en actividades caracterizadas por hacer depender su atractivo del riesgo asociado a las mismas. Se trata de una concentración de riesgo suficientemente alta como para que la Administración se decida a intervenir.

Las circunstancias de los accidentes mortales producidos este verano -a los que habría que añadir el que costó la vida, hace dos veranos, a una niña, también de 11 años, en el complejo Isla Fantasía, próximo a Mataró- indican que la existencia de carteles con detalladas instrucciones en modo alguno constituye garantía. El niño Xavier Martín falleció ahogado al ser absorbido por un sumidero que comunicaba subterráneamente dos estanques del parque de Platja d'Aro. La autopsia del niño fallecido hace dos años indicó como causa más probable de su muerte la de haber sido golpeado en la cabeza por alguien que bajaba tras él por un tobogán. Ésa misma parece haber sido la causa del accidente de Ibiza. Según cálculos, un adulto llega a alcanzar en el tramo final de los grandes toboganes, que constituyen la principal atracción de los parques acuáticos, velocidades de hasta 80 kilómetros por hora.

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El que esos accidentes se hayan producido de hecho indica que tampoco es argumento suficiente el de la presencia de monitores en las inmediaciones de las atracciones potencialmente más peligrosas. Pero pone de relieve, sobre todo, la necesidad de una regulación de las condiciones de seguridad exigibles, incluida la determinación del número máximo de usuarios simultáneos de cada atracción, así como del número de empleados especializados que debe estar presente en cada momento.

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