_
_
_
_

Jordi Juanet y Ramón Muñoz

Únicos españoles en un congreso de monociclistas en Tokio

Su nombre artístico es Boni and Caroli. Desde hace cinco años, Jordi Juanet y Ramón Muñoz recorren las plazas de los pueblos en fiestas con números de monociclismo acompañados por música de rock y juegos malabares. Asistieron a Tokio para aprender técnicas nuevas, y todavía no se acaban de creer que han quedado los quintos en la competición de actividad artística por parejas, en la que participaban más de 200 monociclistas de todo el mundo. Los dos primeros fueron cuatro japoneses; los terceros, una pareja de americanos, y los cuartos, dos coreanos. Jordi trabajaba de montador en un circo ya desaparecido; Ramón era publicista.

Tienen el local para ensayar en el tercer piso de una casa antigua del barrio de Gràcia de Barcelona. Hay que subir por una vieja escalera de caracol, por la que, desde luego, sería imposible llevar una bicicleta de dos ruedas. En la puerta del piso han dibujado su nombre con letras de colores: Boni and Caroli. Escribieron a Tokio sólo por curiosidad. Tenían pensado irse a Polonia a un festival de artistas callejeros, pero los organizadores de la convención japonesa les contestaron inmediatamente requiriendo su presencia.

"Recibimos varias llamadas -alguna a las cinco de la mañana- para insistirnos en que fuéramos. Era la primera vez que unos españoles contactaban con ellos", cuenta Jordi Juanet, alias Boni. Jordi tiene 24 años. Empezó trabajando en el Cire Gric de montador. Cuando se disolvió el circo estuvo cinco meses por la calle, de malabarista solitario. Después encontró a Ramón en Bilbao, durante las fiestas de la semana grande. Los dos hacían números circenses y comenzaron a montar espectáculos juntos.

"Para nosotros, el viaje a Japón resultaba muy caro; solicitamos ayudas a diversas instituciones y, al final, el Ministerio de Asuntos Exteriores dijo que nos concedería una subvención", añade Ramón Muñoz, alias Caroli, que tiene 28 años. Antes de dedicarse por entero al monociclismo, Ramón estuvo trabajando cinco años en una empresa de publicidad.

"En Tokio las competiciones eran a diez niveles. Al principio temíamos que fuesen demasiado elevados, pero, al ver los requisitos que exigían nos dimos cuenta de que podíamos participar tranquilamente hasta el nivel sexto", afirma Caroli.

En seguida, para explicar en qué consiste cada nivel, se sube en el monociclo y empieza a moverlo, primero con un solo pie, después sin tocar los pedales. Luego se baja de un salto y tira el monociclo al suelo. Al instante ya se ha subido en él otra vez, sin que nadie pueda decir de qué modo. Para terminar se pone a pedalear muy lentamente, como uno de esos mimos que parece que andan pero que están quietos. Su balanceo desprende seguridad.

Boni and Caroli ensayan en una habitación grande y destartalada: una cortina negra, una silla antigua de peluquero, una mesa larga llena de aros, mazas, bolos, pelotas, diábolos, raquetas y, al fondo, apoyados en la pared, más de una docena de todo tipo de monociclos.

Querían ir a Tokio para ver cosas nuevas y han vuelto fascinados de las "barbaridades" que pueden hacer los japoneses y los americanos sobre una bicicleta de una sola rueda. "Pero a nosotros", explica Boni, "hacer un número difícil mientras suena el redoble y esperar al aplauso, hacer el más difícil todavía no es lo único que nos importa. Usamos la técnica como un recurso más con el que sorprender, pero siempre procuramos que nuestros espectáculos tengan una trama cómica detrás, una idea, algo para alcanzar y conseguir la complicidad del público".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_