Estado de ruido
Al leer su editorial Estado de ruido, del 11 de agosto, imaginé: quizá una ruidosa noche desembocó en una madrugada de insomnio que le hizo descubrir los ruidos patrios de forma tan magistral. Sin embargo, un ruido tan trivial y hortera como es el de la televisión se le quedó en el tin-tero. Esta caja tonta que muchos ahora en verano instalan hasta en la terraza, sin el mínimo respeto, molesta a cualquier vecino casi tanto como las motos. Y no es lo más grave, sino el escucharles decir: "Pongo la tele alta porque me hace compañía", y aquí sí que la cita de Schopenhauer va de perlas: "La inteligencia es una facultad humana inversamente proporcional a la capacidad de soportar el ruido". Y lo más triste, sin el jaleíllo no se divierten. Ahora no me extraña que no se lean libros, ni se medite, y el silencio le dé dolor de cabeza a este país que quiere sentirse europeo.Otro ruido propio de los tiempos que corren es el de los aparatos de aire acondicionado que cada uno coloca donde le place, sin que haya una normativa que lo regule, propia de todo país que no es una república bananera.
Y qué decir de los aviones que vuelan sobre Madrid a ras de ciudad, haciendo propaganda sin respetar la altura reglamentaria que señalan las normas aéreas.
Y en la noche de los tiempos civilizados al son del tam-tam de los motores, pacto por volver al Medievo, cerca de un monasterio, al son del gregoriano, esperando que con este caos imposible se solucione el problema de los ruidos racionalmente, sin anhelos de marchas militares.-
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