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Derechas

La campaña orquestada en Cataluña por algunos dirigentes de Convergència i Unió contra el fiscal de la Audiencia, Jiménez Villarejo, tiene un algo de venganza almogávar y una cierta carga de desprecio democrático hacia un profesional de la jurisprudencia, que en el caso Banca Catalana se limitó a cumplir con su deber, secundando una decisión del Gobierno que en su momento ya dije me pareció destemporizada, destemplada y destripada. Además, la campaña se dirige contra un hombre que bajo el franquismo cumplió con el deber ético de resistir y de asesorar los trabajos de la clandestina Asamblea de Cataluña, en unos tiempos en que pocos juristas hacían coincidir la deontología profesional con la ética civil.Es decir, nos hallamos ante una práctica de descrédito y suspicacia de derecha de mal estilo, sorprendente en un dirigente y una formación política que pretende cambiar el estilo de la derecha española. Difícil empeño, porque en el otro extremo de la Península, don Manuel Fraga ha declarado que está dispuesto a ser presidente de la Xunta gallega "... si Galicia me lo pide", añadiendo que España es su padre y Galicia su madre. Viejas coartadas y viejas creencias, inquientantes si además se tiene en cuenta que España y Galicia son del mismo sexo, con lo que difícilmente pueden ser padre y madre de don Manuel, a no ser que la una o la otra se hayan operado en Marraquex y compongan un matrimonio de heterosexualismo artificial capaz de fecundar a un bebé de tan poderoso cabezón como Fraga Iribarne. No es un parto deseable a madres más o menos remendadas.

Por una parte, el mal estilo, y por otra, el viejo estilo. Si la suma del uno y el otro sería indeseable, la síntesis sería monstruosa. En política, el rencor es pueril cuando es incontenible, como es pueril mentar al padre y la madre para disfrazar simples y legítimas apetencias de poder. Nuestras derechas siguen haciendo lo que les pide el cuerpo; a Pujol el cuerpo le pide venganza, y a Fraga Iribarne, que se le vuelva a cuadrar la Guardia Civil.

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