_
_
_
_
Entrevista:

Enedina Lloris: "Los divos forman parte del pasado"

Andrés Fernández Rubio

ANDRÉS F. RUBIOSu familia se dedicaba a la panadería y a las pastas de té. Era en Godella (Valencia), cerca de Alfara del Patriarca, donde Lloris nació. Su madre la puso a estudiar música "para ver si así se amansaba la fiera", porque al parecer era, de los cuatro hermanos, "la más rara, pero no por mala sino por llorona, vergonzosa y antipática". Empezó a estudiar canto a los 18 años -"no tenía voz ni gusto, mi estilo es totalmente construido"- mientras cursaba magisterio; se casó entonces con un compañero de conservatorio, José, y consiguió una beca para la escuela de la Scala de Milán.

Pregunta. Su marido parece ser que renunció a su carrera musical por usted.

Respuesta. Sí, a Milán nos fuimos con el fin de estudiar los dos. Él iba para director de orquesta pero al poco de estar allí se nos acabaron los ahorros Trabajó afinando y arreglando pianos, por mil pesetas al día, y ése fue nuestro sustento durante tres años. La verdad es que a Milán no me hubiese ido sola, hubiese necesitado, y necesito, el apoyo de la persona más fuerte, o del que tiene más voluntad o las ideas más claras; ha habido gente que ha puesto más confianza en mí que yo misma. Allí estuvimos hasta que debuté y empecé a ganar dinero.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

P. Y en 1985, en Madrid, con la zarzuela Doña Francisquita, las críticas hablaron del nacimiento de una nueva estrella de la lírica

R. ¡Cómo suena eso! Suena fatal, como de película, fantasioso, aunque en realidad lo que ha pasado ha sido un poco así. Ha venido todo en el momento justo; eso no le pasa a todo el mundo, y menos a los 28 años.

P. Y hay que estar preparado para el éxito.

R. Sí, porque si no puede hacer mucho daño desde el punto de vista sicológico, y desde el profesional, porque surgen ofertas disparatadas que muchas veces no deben aceptarse, como obras que todavía no están en tu garganta aunque comercialmente sean apetecibles.

P. Y lo del factor sicológico, ¿cómo le ha influido?

R. Espero tenerlo controlado, porque la verdad es que me preocupo muy poco de la fama y del éxito; no pienso en ello, aunque hoy mismo me ha dicho una señora, mientras me tomaba una horchata: 'Yo a usted la he visto en la tele'. ¡Qué horror!, estas cosas son las que me hacen pensar: 'Caramba, pues sí, me conocen', pero no quiero tenerlo presente.

P. Quizá hasta que le ocurran cosas insólitas como las que le han pasado a Monserrat Caballé, ir por la calle, por ejemplo, y que alguien se arrodille y le bese las manos.

R. ¡Madre mía.' A mí no creo que me pase una cosa así, lo mío no es para tanto. Si me sucediese lo encontraría tan absurdo... Y es que por ser artista o por cantar no veo motivos para que te vayan besando las manos, no has salvado la vida de nadie, no has hecho nada transcendental; a lo sumo atreverte a salir a un escenario e intentar hacerlo bien.

P. O contar con un instrumento casi único, la voz, que puede inducir a la mitomanía.

R. Sí, pero es que el ejemplo que me pone de la Caballé.. . Hay que comprender que hay un abismo entre ella y yo. Su caso es único, ha podido acuñar el término sonido Caballé. Llegar a despertar estas pasiones en esos casos se comprende, pero sólo en esos casos.

P. En España grandes cantantes como Caballé, Teresa Berganza o Pilar Lorengar, están ya en su madurez. ¿Piensa que existe un relevo?

R. Hay que dar tiempo, creo que lo habrá aunque ahora exista un vacío.

P. Usted de alguna manera ya es un relevo.

R. Eso dicen, y me parece una responsabilidad tremenda. La verdad es que si puedo acceder a ese puesto, lo haré, pero con toda modestia: me gustaría estar en la fila, aunque no fuese en el primer puesto.

P. ¿Y cree que los divos siguen existiendo? -

R. De los que considero divos la última grande es la Caballé pero todos forman parte del pasado. La Caballé es una diva porque pertenece a otra época, en la que la diva por excelencia fue Maria Callas. A mí me da risa eso de que digan que soy una diva, madre mía.

P. Pero aparte de la voz usted podría ser merecedora del término, pues es delgada y guapa.

R. Yo he sido siempre así, flaca, y coincide que en las óperas hago casi siempre de chica de la película, doy el tipo y eso es una suerte. Además, debe ser así: ahora a los jóvenes se nos exige más, por considerarse la ópera como teatro en el más amplio sentido del término.

P. En ese sentido también Caballé pertenece a la historia.

R. Exacto, pero aunque empezara ahora, aunque pesase cien kilos, con esa voz volvería a ser la Caballé.

P. ¿A qué atribuye las manías de las divas?

R. Pues al nerviosismo o a la tensión que se va acumulando, que acaba por tocarte algo aquí en la cabeza.P. ¿Y a usted le ha tocado?

R. No, no, porque yo no soy cantante desde que nací; la mayoría nacen con la voz, y si descubres que tienes voz, automáticamente quieres ser cantante, como meta, por lo que la personalidad se forma al lado de esa vocación desde siempre, una vida entera con esa obsesión o vocación extremada. No es mi caso, soy cantante de una manera fortuita, mi voz es construida y por eso sigo siendo como era, y además, cantante.

P. Pero, ¿sacrificaría su vida personal por su carrera?

R. Nunca. Mi ambición es muy comedida; no lo haría para almacenar dinero, que es para gastarlo, ni por la fama, que tiene el precio de unos compromisos que yo he intentado desde siempre reducir al mínimo.

P. Lleva años casada y no tiene hijos; ¿es por alguna razón artística?

R. -Para muchas mujeres la maternidad es algo imprescindible en su vida, pero yo no siento esa necesidad. En principio quizá sea por egoísmo, pero también porque nos parece una responsabilidad tan grande que si nos decidiéramos habría que hacerlo bien, y con esta profesión eso es dificil. Hacer hijos para que te los cuiden otras personas no me parece moralmente correcto.

P. ¿Y qué postura política tiene una diva como usted?

R. Me siento de izquierdas, pero pienso que el arte, aunque esto suene a frase hecha, no tiene por qué tener inclinaciones políticas.

Cópula, menstruación y canto

A. F. R.Gregorio Marañón sostenía que las voces de los cantantes de tesitura alta -contratenores, tenores y sopranos- pueden verse perjudicadas si éstos tienen actividad sexual antes de cantar, aunque a medida que la tesitura se agrava -barítonos, bajos, mezzosopranos y contraltos- el perjuicio es menor o inexistente.Pregunta. ¿Será eso cierto?

Respuesta. Eso son solamente los tenores (risas). Al menos, es lo que ellos dicen. Alguno muy atrevido asegura que no le afecta, pero yo sé que les afecta, y cómo. Lo sé porque he conocido tenores lo suficientemente amigos como para que contasen estas cosas. A mí nunca me ha pasado. Yo creo que a las mujeres, en general, no nos afecta, por una cuestión fisiológica. El canto en las mujeres es un canto de cabeza; por explicarlo de alguna manera, tiene su resonancia en la mente y es más natural. El de los hombres, por el contrario, especialmente el de los tenores -más que el de los bajos y barítonos-, es un canto de fuerza, flisico, aunque exista una técnica y una conciencia del instrumento. Y, lógicamente, después de una relación sexual no se está al cien por cien de ese control absoluto del cuerpo, digo yo, no lo sé, yo no soy hombre. A las mujeres lo que nos afecta es la menstruación, qué quiere que le diga.

P. ¿Y qué se hace en ese caso?

R. Nada, tomarse una aspirina y a cantar, no hay que pensarlo. Yo tengo suerte para esto, soy un reloj y lo puedo controlar. Casi nunca he pillado una función en ese momento, y oiga, cuando ocurre, lo tengo tan presente, considera do como el día nefasto, que nada, me tomo una aspirina y a veces hasta he cantado mejor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_