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Las lágrimas de "el violador del Vespino"

Al entregarse a la policía, Pedro Antonio Mulas aseguró que estaba loco y que necesitaba un psiquiatra

Amelia Castilla

"Estoy loco. Llamen a un psiquiatra". Éstas fueron las primeras palabras de Pedro Antonio Mulas Nieto, de 23 años, estudiante de segundo de BUP, tras entregarse a la policía madrileña. El violador del Vespino está acusado de 19 violaciones y 10 abusos sexuales. En uno de sus "impulsos irrefrenables" violó a una joven que vivía en su misma calle, en el barrio de Moratalaz. Sus amigos lo definen como un hombre tranquilo, y él ha reconocido en sus declaraciones a la policía que lloraba después de consumar una violación.

Las víctimas también le recuerdan como un tipo tranquilo que no infundía sospechas al primer golpe de vista. Las seguía por la noche y entraba con ellas en el portal. Sacaba una navaja del bolsillo trasero del pantalón y, tras apoderarse de parte del dinero que llevaban, las obligaba a meterse en el ascensor. Con una pierna, según sus declaraciones, sujetaba la puerta para impedir que el ascensor se moviera si un vecino lo llamaba mientras abusaba de sus víctimas.Consumada su acción se escapaba en un Vespino de color negro, con el que se popularizaron sus acciones realizadas en más de un año. Cuando llegaba a casa de sus padres, se arrepentía de lo que había hecho y lloraba en la soledad de su dormitorio, ante la ignorancia de su primogenitores.

El pasado lunes, 17 meses después de su primera violación, recogió algo de ropa, la guardó en una bolsa y le dijo a su madre que se iba a dar una vuelta y que no vendría a comer. Poco después se presentaba en la comisaría de Chamberí en donde confesó ser el violador más buscado por la policía en los últimos meses. En su escueta declaración explicó que un sacerdote y unos amigos a los que contó lo que había hecho le asesoraron para que se entregara.

"Si no me presento yo, no me encuentran en la vida", les dijo a los policías. "Me dejo crecer el pelo, cambio de aspecto y a otra cosa". Algunos piensan, sin embargo, que el violador del Vespino se entregó porque estaba acorralado. Su retrato robot estaba en todos los periódicos y había llegado, incluso, a violar a una chica que vivía en su misma calle, en el distrito de Moratalaz.

El acusado estudia segundo de BUP. Nació en Nuremberg (Alemania Occidental). Es hijo de emigrantes y tiene dos hermanos. Su padre es un mecánico industrial y su familia se enteró de lo que ocurría cuando la policía les llamó por teléfono. Hasta entonces no habían sospechado nada y le consideraban un muchacho normal.

Acabó la mili no hace mucho y con las chicas no se le daba mal del todo. "No tenía problemas para ligar, pero me daban arrebatos y no podía evitarlo", aseguró antes de ser internado en la prisión de Carabanchel. El acusado mide 1,70 de estatura, de complexión fuerte, estómago prominente, cara redonda, labios gruesos, gafas graduadas y pelo corto, castaño, algo rizado y peinado, hacia atrás.

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Reconocido al instante

Desde el 6 de diciembre del pasado año, Sonia, una madrileña de 15 años, había visto infinidad de fotografías y algunos vídeos que le había presentado la policía en los que aparecían posibles acusados, pero en ninguno reconoció al hombre que la atacó a ella y a su amiga.La policía llamó de nuevo a su casa el martes para que fuera a identificar a un detenido. Entró en las dependencias de la Puerta del Sol a la misma vez que "una señora mayor de aspecto humilde". Tras identificarse, subieron a las dependencias de la brigada de Homicidios.

"¿Usted a qué viene?", le preguntó un policía.

"A reconocer al detenido", contestó Sonia.

"¿Y usted?".

"Yo soy la madre del detenido", exclamó la señora.

Sonia sintió que un escalofrío recorría su cuerpo. Miró a la mujer y por un momento tuvo pena de aquella señora. instantes después se encontraba con el hombre de la Vespino negra. Estaba allí mismo, de pie con otros dos hombres de aspecto similar, pero él no podía verla.

"Le reconocí al instante. Me dio una cosa así como muy rara al verlo. Luego me calmé y pensé: bueno, ya está detenido, ya no pasa nada", dice.

Sonia aparenta menos de 15 años. Se sujeta el pelo rizado con un lacito. Lleva bermudas y playeras y en su cara se notan los signos inefables del acné juvenil. No fuma, no bebe y habla con el desparpajo y la insolencia propias de su edad. Es una muchacha despierta y observadora a la que le gusta ir a misa los domingos y salir con su amigas por la zona de Moncloa.

Después de lo que pasó, Sonia estuvo durmiendo con sus padres unas cuantas semanas porque tenía mucho miedo.

Cuando cerraba los ojos, aparecía como una niebla y entonces volvía a ver la película de los hechos completa. "Veía a mi amiga con la navaja en el cuello y a aquel hombre tocándonos", asegura mientras se toma una coca-cola en una terraza de su barrio. Como secuela de aquella experiencia, tiene pánico a los ascensores y no se fía de nadie, pero ha logrado superar el asco que la daban los hombres.

El mismo día que ella acudieron también a las dependencias policiales una señora de 52 años y otra joven llamada Eva. Ellas también reconocieron al violador del Vespino. La madre del acusado quería hablar con ellas, pero se negaron a verla. Las tres se fueron juntas a una cafetería y comentaron lo que les había pasado. A todas les habían dicho lo mismo: "Tranquilas, que no os va a pasar nada".

A una de las víctimas sólo le robó 1.000 pesetas, de las 3.000 que ella le daba. La más mayor explicó, en esa charla de café, que había tratado de evitar ser agredida sexualmente diciendo que tenía cáncer y que la habían operado de un pecho, pero él la decía que no le importaba. Sonia, les contó que hubo un momento en el curso de la agresión que pensé darle una patada, pero "estaba como desmayada y no me atreví a golpearle por sí no le hacia daño".

Entre las víctimas del acusado hay, mujeres de edades comprendidas entre los 15 y los 52 años. Su actividad delictiva se inició, según parece, en febrero de 1986.

El 17 de mayo y el 21 de julio se denunciaron las últimas violaciones. Como el hombre que las violó, ha sido identificado sin ningún género de dudas por 19 mujeres; 10 le acusaron de abusos deshonestos y 2 no se atreven a asegurar con certeza que sea él.

El violador del Vespino tiene miedo ahora de lo que pueda ocurrirle en la cárcel y así se lo comunicó a la policía. Le asustan las represalias.

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