Cavaco Silva nombrará un embajador 'político' de Portugal en Madrid
El reelegido primer ministro portugués, Aníbal Cavaco Silva, está considerando el nombramiento de un embajador político en Madrid en un intento de mejorar las relaciones bilaterales con España, que, si bien no mantienen ningún tipo de contencioso, no acaban de situarse al nivel que se esperaba que tendrían después del ingreso de los dos países en la Comunidad Europea (CE).
El posible relevo del embajador en Madrid se llevaría a cabo después del reajuste del Gobierno portugués, en el que se da como seguro que salga el actual min:stro de Relaciones Exteriores, Pires de Miranda, un empresario experto en temas de petróleo que llegó al Gabinete hace año y medio con Cavaco Silva.
En medios diplomáticos españoles no se tenía ayer constancia del eventual relevo del embajador portugués y su sustitución por un político. Pero tampoco se sorprendían por esa posibilidad, apu.ltada con insistencia estos días en la capital portuguesa. Entre tanto, sobre el embajador Fernando Reino, que lleva en su puesto dos años y medio, en los cita, los medios oficiales se señala que "ni ha contribuido a mejorar el clima desdibujado de las relaciones ni ha sido un factor claro de deterioro". Sobre el embajador portugués se recuerdan sus telegramas alarmistas con motivo de los proyectos españoles de instalar un laboratorio nuclear experimental en Aldeadávila, en la provincia de Salamanca, cerca de la frontera. En Portugal, el proyecto fue acogido con especial sensacionalismo en la Prensa, advirtiendo del peligro de contaminación para los vinos de Oporto que supondría la instalación de lo que se citaba como una planta nuclear.
"Falta de ética política"
El embajador Fernando Reino acusó recientemente al Gobierno español de "falta de ética política" por la forma en que había llevado el tema de Aldeadávila. El embajador pronunció estas palabras en un seminario de economistas hispano-portugueses celebrado en Madrid. Estas declaraciones del embajador y otras actuaciones anteriores causaron extrañeza y malestar en el Ministerio de Exteriores español, pero no se replicó a las mismas dado el período preelectoral que vivía Portugal. Antes de su destino en Madrid, el embajador Reino había sido representante portugués en Ginebra ante los organismos internacionales, y con anterioridad fue jefe de la Casa Civil del presidente Ramalho Eanes.Tras la abultada victoria de Cavaco Silva en las pasadas elecciones legislativas, en las que consiguió una holgada mayoría absoluta, el primer telegrama de felicitación que llegó a Lisboa fue el del presidente del Gobierno español, Felipe González, quien en un párrafo expresaba el deseo y la esperanza de que el triunfo de Cavaco incidiera en el impulso de la cooperación hispanoportuguesa tanto a nivel bilateral como en el ámbito de las Comunidades Europeas.
'Cumbre' ministerial
En el mismo telegrama, Felipe González esperaba concretar una próxima cita con su homólogo portugués, en una fecha que será propuesta por conducto diplomático. González se refería, sin citarla, a la cumbre ministerial que cada año celebran delegaciones de los dos países, presididas por los respectivos jefes de Gobierno.Frente a la apatía en que se desenvuelven las relaciones políticas entre los Gobiernos de Madrid y Lisboa, los intercambios comerciales entre los dos países siguen una evolución positiva, mejorada sensiblemente desde el ingreso ibérico en la CE. Al espectacular aumento de 1986 ha seguido el primer semestre de este año, con un incremento del 75%. de las exportaciones portuguesas y un 52% de las españolas.
La frialdad de las relaciones hispano-portuguesas se percibe sobre todo en el ámbito de la CE, donde las posiciones entre los dos países no siempre coinciden en planteamientos y reivindicaciones propias de países pobres del sur europeo. Medios diplomáticos españoles admiten que en ocasiones no se han podido pedir fondos para proyectos comunes -de desarrollo regional, de mejora de carreteras o ferrocarriles- por no ponerse de acuerdo en las peticiones Madrid y Lisboa.
Un tema de especial desconfianza portuguesa es el de las relaciones entre España y Latinoamérica. Cuando el Gobierno español ha planteado ante la CE alguna propuesta para dinamizar las relaciones comunitarias con América Latina, la postura de Lisboa o estaba al margen o se alineaba con Londres. En la pasada polémica del rechazo español a la directiva de liberalización del transporte aéreo, por incluir al aeropuerto de Gibraltar, los representantes portugueses no ocultaron sus críticas al bloqueo español, apoyando en consecuencia las tesis de Londres.
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