Conciertos de verano
Era un vecindario alegre y jovial. Cada noche estival abrían sus balcones y ponían a todo volumen sus televisores. Cuando los concursantes del Un, dos, tres... se llevaban un buen premio, en el barrio se oía un jolgorio impresionante y feliz. Todos, o unos cuantos, que para el caso da igual, tenían la costumbre de poner bien altos sus receptores, de gritar a sus convecinos sus pensamientos más profundos sobre los programas que se estaban emitiendo y de dar saltos de alegría cuando su equipo marcaba al contrario. Era, realmente, un vecindario alegre y jovial. Por eso se cabrearon tanto cuando aquella noche un grupo de energúmenos, dirigidos por un tal Oriol Martorell, quería cantar en la plaza de al lado unas canciones aburridas y luctuosas, en homenaje a un músico nada conocido llamado Frederic Mompou. Se cabrearon tanto que salieron con bocinas e impidieron aquel estúpido acto. Cuando les preguntaron, manifestaron su lógica ofensa: aquellos cantores insulsos les impedían oír a la presentadora de televisión cuando decía, entusiasmada y casi extasiada: "¡Tres coches, tres coches!".- Joaquim Ramón.