Un ambiente superrealista
La jornada de ayer discurrió en un ambiente surrealista. Un grupo de unos 40 paraguayos montaron una pequeña fiesta en uno de los laterales, tocando la batucada, con bombos, maracas y silbatos para levantar primero la moral de Pecci. Pese al calor, no dejaron de bailar y corear consignas como: "Pecci, amigo, el pueblo está contigo". Ellos solos hicieron más ruido que todos los demás espectadores, y llegaron a desconcentrar a Emilio en algunos momentos. Y si 40 hacían tanto ruido, el ambiente que en Asunción deben crear 4.000 seguidores debe ser realmente infernal. Además, la pista de Caracas está situada junto a una carretera en cuesta, y el ruido de los desvencijados autobuses agonizando en la subida se clavaba en los oídos de los espectadores. Al surrealismo contribuía un árbitro italiano, que con fundía set con partido, que pedía "siéntense temprano" y que amonestaba personalmente, con un dedo inquisidor, a cualquier bebé, niño, adulto o locutor de radio que transgrediese alguna norma de silencio: "Señor, se calla un poquito"; "Que se lleven al niño"; "Cállese, que se escucha desde acá". Este ambiente hacía muy difícil la concentración, pero si se multiplica por diez se puede tener una idea de lo que habría sucedido en caso, de jugarse en Paraguay. Tuvo suerte España de la sanción que ha obligado jugar en Caracas, motivada precisamente por el ruido ensordecedor, que fue creciendo de forma espectacular, en la anterior eliminatoria ante Estados Unidos.La batucada dejó de sonar momentáneamente. Había que reservar fuerzas para apoyar a Chapacú en el segundo partido. Cuando el uruguayo perdió el primer set, el grupo se disolvió. Pero cuando empezó a ganar en el segundo set, empezaron los gritos de "Se nota, se siente, el Chapa está presente", que fueron arreciando a lo largo de los otros sets. Y lo que pocos esperaban sucedió. En parte, por los golpes de la raqueta de Chapacú, y en parte por los gritos de la batucada.
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