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Evelina y Marco Feveri

El hermano salvó a la hermana con un transplante de médula

Juan Arias

Es una historia única destinada a hacer mucho ruido. Sobre ella discuten hoy teólogos, médicos y sociólogos. Los protagonistas son los padres, Luisa y Ermanno Feveri, de 43 y 48 años, respectivamente, y sus dos hijos, Evelina y Marco. La niña, que padece una enfermedad mortal, leucemia crónica de la médula espinal, acaba de ser salvada a sus siete años gracias a un trasplante de su hermanito Marco, de dos años, que aún no sabe que fue concebido para poder salvar a su hermana de una muerte segura.

El padre, albañil, había trabajado muchos años en Francia para poder hacerse después su casita en Boschetto, la aldea italiana de Cremona donde nació. Los padres querían a toda costa arrancar a Evelina a la muerte y estaban dispuestos a ofrecerse ellos para el trasplante de médula que precisaba para poder seguir viviendo, pero el médico les dijo que eso no era posible y que sólo el trasplante de la médula de un hermano podría resolver el problema. Luisa y Ermanno tomaron entonces la decisión. "Por amor, sólo por amor", grita la madre, quien añade: "Nadie tiene el derecho a juzgarnos", ante los que les acusan de que la probabilidad de éxito de la operación era sólo de un 20%, y que el pequeño, a causa de la anestesia total necesaria para el trasplante, podía haber muerto.El profesor Roberto Burgio, responsable de la clínica pediátrica de Pavia donde hace tres meses se llevó a cabo -hasta ahora positivamente- el delicado y difícil trasplante, ha afirmado que alertó a los padres de todos los peligros posibles de la operación y que incluso les desaconsejó que la realizaran. Y eso, ha añadido, "a pesar de que se trataba del primer caso del mundo y de un valor bioético excepcional".

Los padres de Evelina se lanzaron a la aventura. Primero concibieron un nuevo hijo, cuando la madre había cumplido ya los 40. Y después abordaron la delicada operación. "¿Que hubiesen hecho ustedes en nuestra situación?", han preguntado con orgullo a cuantos les han puesto objeciones. Aseguran que "la gente" se ha solidarizado con ellos.

Menos lo han hecho algunos científicos y teólogos. El último premio Nobel de Medicina, la italiana Rita Levi Montalcini, ha exclamado: "No puedo ni imaginar que un hijo sea concebido sólo como instrumento para que sirva para un trasplante, aunque se trate de ayudar a: un hermano".

Y el teólogo socialista Gianni Baget Bozzo ha escrito un editorial en La Repubblica abordando el grave problema moral que esta historia plantea. Se pregunta qué podrá pensar Marco cuando descubra que fue concebido para servir como un "poco de médula" para salvar a su hermana Evelina. O cuando conozca que sus padres lo han expuesto a la muerte con tal de salvar a su hermana.

A todo ello responden los padres, con sencillez desarmante, diciendo: "Lo que podemos asegurar es que ayer éramos unos infelices mirando a nuestra hija, destinada a morir irremediablemente. Hoy, sin embargo, estallamos de gozo ante la esperanza de que no sólo Evelina se salvará, sino que podemos ahora disfrutar a otro hijo, nuestro niño Marco, que cuando sea mayor podrá decir que ha salvado a su hermana". Pero como todo lo que sucede por primera vez, también esta historia se presta a mil interpretaciones.

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