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El dulce declive del PSOE

Pese a la fiabilidad de las encuestas -se cree lo que se desea y sólo se escucha al que adula-, los resultados cogieron de sorpresa a los dirigentes socialistas, a juzgar por, las primeras reacciones, que semejaban las del negociante que ha tenido una mala racha y se consuela recalcando que sigue siendo el más rico del pueblo o que la competencia también ha perdido lo suyo.En un segundo momento pareció que iba a abrirse la caja de Pandora: dos presidentes de comunidad en funciones hicieron algún mohín de autocrítica, señalando al Gobierno con el dedo; Pablo Castellanos, por su cuenta y riesgo, invitó a conjugar el verbo dimitir, y le recordaron que él también había recibido el cargo con el deber sobreentendido de callarse.

Bastó una reunión del vicepresidente con las personas que parecían más dispuestas a quejarse para que las aguas volvieran a su cauce. Izquierda Socialista, con muy buen sentido, dejó de pedir dimisiones, lo más natural en un sistema de partidos organizados democráticamente, que cuentan con equipos alternativos para el relevo, pero que ataca la línea de flotación en partidos que, como los nuestros, eliminan sistemática y tenazmente cualquier alternativa viable a las direcciones existentes. Los partidos españoles no están preparados para encajar pérdidas: o no pasa nada, porque se mantienen los mismos equipos, o se desmoronan por completo. De la falta de juego democrático se deriva la enorme fragilidad de nuestro sistema de partidos.

Si se hubiera fortalecido el poder municipal y autonómico en manos del PSOE, podrían haberse dado las condiciones para que, poco a poco, se iniciase un debate en el partido sobre posibles políticas alternativas. Una baja que no hubiera cuestionado la mayoría absoluta hubiera abierto quizá un proceso de renovación interna.

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El debilitamiento del poder periférico corta de raíz la posibilidad misma de un debate interno, como muy bien ha puesto de manifiesto el último comité federal. La pérdida de casi un millón y medio de votos, por paradójico que parezca, petrifica al partido en las actuales estructuras de poder, sin pulso ya para cambiar nada. Prueba de ello es la argumentación que se utiliza para dar cuenta del descenso: desgaste natural por el ejercicio del poder; se trata de un incidente coyuntural, debido sobre todo a la primavera conflictiva que hemos tenido; se hace una política económica impopular, pero necesaria, luego hay que asumir con un cierto, orgullo las pérdidas, que se recuperarán cuando esta política correcta dé sus frutos.

Se afectan ciertos fallos en la comunicación -no se dispone de Prensa propia- y en la imagen que se proyecta, pero nada esencial habría que modificar, a no ser el gravísimo error de no haber negociado un nuevo pacto social con los sindicatos. Éste va a ser el objetivo prioritario en los próximos meses, que puede costar la cartera a algún ministro, único cambio predecible.

En el análisis quedan implícitamente nombrados los responsables directos del percance: Pilar Miró, que no sabe, o que no quiere, manipular la caja tonta con la destreza con que lo hizo su predecesor; Nicolás Redondo y los suyos, rebeldes consumados por la incapacidad de comprender las razones de la política económica realizada, o no dispuestos a sacrificarse en bien del país; en fin, todo aquel que en su afán patológico de protagonismo, o por resentimiento malsano, se ha atrevido a criticar, desde la familia socialista, la política o el estilo del Gobierno. No son tantos y se les conoce con nombre y apellidos, así que no faltarán voluntarios en la base para hacerles la vida imposible, una vez que ha quedado clara la relación directa que existe entre la crítica no controlada y la pérdida de votos.

Después de lo ocurrido, la propensión será cerrar filas, sin tolerar el menor disentimiento. La sombra de Helmut Schmidt planeará por el ambiente para recordarnos que si se consiente la discusión libre, al final gana la partida la derecha. Nadie se atreverá a poner las cosas en su sitio, replicando que fue precisamente la desviación derechista de Schimidt la que expulsó del SPI) a la izquierda innova dora, que, al cuajar en un partido, hará muy difícil que los socialdemócratas alemanes recuperen el poder.

Hay que dilucidar, al menos, una cuestión básica: se trata de un traspié ocasional o de una tendencia a la baja. Si comparamos los resultados de las elecciones legislativas de 1982 y de 1986 y los de las municipales en 1983 y 1987, se comprueba en ambos casos descensos considerables (cuatro y seis puntos) que no bastan para marcar una tendencia, pero que se dibuja si añadimos otro dato esencial: el PSOE baja con mayor rapidez en los sectores urbanos más dinámicos, que no son necesariamente los obreros, y se mantiene mejor en los lugares menos desarrollados o con menor dinamismo. Los resultados de todas las consultas electorales a partir de 1982 confirman la existencia de un bloque social mayoritario de cambio y de progreso que en 1982 se volcó en el PSOE y que, al desprenderse paulatinamente defraudado, ha rehusado marchar a la derecha, sin una opción clara entre la abstención, Izquierda Unida y el CDS. Importa recalcar que el PSOE no baja porque España se haya contagiado del derechismo ambiental, o porque le hayan abandonado las clases medias cultivadas, que desconfiarían de un partido que, sin el menor pudor ni buen gusto, ha llegado a autocalificarse de .partido de los pobres", o porque una buena parte de la sociedad española haya dejado de desear un cambio profundo. El PSOE baja porque se ha alejado del proyecto de cambio que contó, y sigue contando todavía, con un amplio apoyo popular. ¡Qué buen vasallo, si hubiese buen señor!

El PSOE pierde la mayoría absoluta por haber dejado un proyecto de cambio, pero, dado que ningún otro partido logra asumir convincentemente este papel y que el voto de la derecha tiene un tope bien preciso, cabe augurar una larga decadencia de los socialistas en el poder. Justamente, la función Crucial que desempeña en la vertebración del régimen no hace verosímil, ni mucho menos deseable, que se desmorone de repente, como le ocurrió a la UCD. El PSOE cuenta con un aparato burocrático mucho más profesional -la mayoría no tiene otra forma de vida que la política- y, por tanto, mucho más sumiso, que vivirá el dulce declive en el poder sin plantear demasiados problemas pese a tener un atractivo cada vez menor para la sociedad. Después de estos tres años con mayoría absoluta, al menos durante una o dos legislaturas lo probable es que el PSOE se mantenga como la minoría de mayor peso, puntal básico de los gobiernos de coalición venideros. El dulce declive de una larga decadencia en el poder llevará al PSOE a convertirse en algo muy parecido a lo que fue la SFIO de finales de los sesenta.

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