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Ramón Jáuregui: "El pacto con los nacionalistas funciona mejor de lo previsto"

"Herri Batasuna está más nerviosa que nunca"

Ramón Jáuregui (San Sebastián, 1948) significa para muchos en Euskadi el equilibrio y la capacidad de diálogo. No sólo en el interior del partido socialista, entre el verbo desgarrado de Ricardo García Damborenea y la semiausencia de Txiki Benegas, sino en las relaciones con el nacionalismo. El Gobierno de coalición con el Partido Nacionalista Vasco (PNV), del que es vicepresidente, no hubiera sido posible sin su voluntad de tender puentes hasta en los más tensos momentos. Abogado laboralista, ex secretario de UGT de Euskadi, ex delegado del Gobierno central en el País Vasco, Jáuregui ha ejercido hasta ahora en el Gabinete de José Antonio Ardanza, de quien elogia la voluntad y la capacidad de diálogo, un papel voluntariamente discreto.

Pregunta. ¿Cual es su balance después de tres meses de Gobierno de coalición?

Respuesta. El acuerdo está funcionando mejor de lo esperado. Se ha materializado en logros importantes para la comunidad autónoma, como el traspaso del Insalud y el Inserso, la próxima formación de una comisión bilateral para evitar conflictos jurídicos o el desarrollo de la policía autonómica. Se ha producido una cierta conexión política en el discurso contraterrorista, se ha revitalizado el Parlamento y se ha conseguido una gran estabilidad política e institucional en el País Vasco. La ausencia de noticias suele ser la mejor noticia.

P. ¿La coalición ha perdido apoyo social en las elecciones?

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R. Los dos partidos hemos perdido apoyo electoral, pero creo que no deberíamos relacionar este hecho con la coalición. Mantenemos nuestra posición con la misma confianza que el 10 de junio, y estamos convencidos de que en las elecciones no se ha evaluado al Gobierno. Nuestro proyecto es a cuatro años. Ya se nos juzgará más adelante.

P. A la luz del nuevo debilitamiento del PNV, ¿no se equivocaron al escoger a su socio?

R. Es que no hicimos la opción con posibilidad de elegir. Intentamos el pacto tripartito con Eusko Alkartasuna y Euskadiko Ezkerra, pero fracasó. No estuvimos buscando el interlocutor nacionalista que más nos convenía, sino un acuerdo que diera estabilidad política al País Vasco.

P. ¿Las diferencias dificultan el liderazgo político del Ejecutivo?

R. Es posible. Es un elemento que estarnos considerando seriamente. Tenemos la intención de dotar al Gabinete de objetivos políticos globales que le permitan dirigir la sociedad vasca. Después del verano, el Gobierno tiene que hacer suyas cuatro o cinco ideas de fuerza, que pasan por un esfuerzo de clarificación y de confianza en el horizonte económico, avanzar en la lucha por una sociedad más estable y más tolerante e impulsar la apertura cultural y la universalización de la vida vasca.

P. ¿Hasta qué punto las discrepancias en el seno del Gabinete afectan a su estabilidad?

R. Le afectan poco, porque en el pacto habíamos previsto esa posibilidad. El conflicto que surgió, por ejemplo, sobre los resultados de las elecciones sindicales forma parte de la discrepancia consensuada. Hay aspectos en los que nunca podremos estar de acuerdo, pero las discrepancias no afectan a una estrategia común, que es más importante.

P. Herri Batasuna es la primera fuerza nacionalista vasca. ¿Como explica su ascenso?

R. HB es la expresión del rechazo y el descontento. Se beneficia de no asumir ninguna responsabilidad de gestión. No hay que exagerar su crecimiento. En sus votos sigue siendo lo mismo que siempre: en torno al 13% de la población. Ahora tiene que optar urgentemente entre participar democráticamente en las instituciones y dar utilidad a sus votos o corre el riesgo de convertirse en un mero aparato de apoyo de los terroristas. La evolución de los últimos meses ha sido muy positiva. HB está más nerviosa y con más deseos que nunca de hacer esta clarificación.

P. ¿Cómo explica que HB gane votos, pese a la identificación creciente con ETA?

R. Entre los votantes de HB existe una actitud de comprensión hacia el fenómeno terrorista, pero es un error decir que todos ellos apoyan a ETA. Evidentemente, es nuestra obligación hacerles ver que, con independencia de su voluntad, se convierten en votos de apoyo a ETA.

P. Casi la mitad del nacionalismo moderado reivindica el derecho de autodeterminación.

R. No creo que estemos todavía en condiciones de establecer un balance definitivo sobre la ruptura del PNV, pero hay ya dos fenómenos perceptibles. Uno es ése, el fraccionamiento ha desencadenado una pugna todavía más enfervorizada en la disputa nacionalista y ha introducido un nuevo elemento preocupante. Pero también ha convertido al PSOE en una pieza imprescindible para la estabilidad y la gobernabilidad del País Vasco. Con los socialistas se incorpora a las instituciones el pluralismo político y también una forma de ser vasco que había sido marginada por el nacionalismo.

P. ¿Existe en España y en Euskadi una política antiterrorista definida?

R. Existe una política antiterrorista clara, y yo creo que es buena. Decirlo ahora puede parecer paradójico, pero el atentado de Barcelona ha puesto de manifiesto que el terrorismo no afecta sólo a un pueblo o a determinados colectivos. Está en juego la seguridad personal de cada ciudadano. Por eso es terrorismo, y por eso es clave el mensaje de Pujol requiriendo colaboración ciudadana con la policía.

P. Pero hay sensación en la calle de que no se ven resultados.

R. Existen. Ahí está la colaboración internacional, con una dimensión que no había tenido jamás, y que está afectando la estructura personal, organizativa y directiva de ETA. La policía opera mejor y con más eficacia. La división interna en ETA, la discusión sobre el futuro, sobre cuándo y qué negociar, aunque no se haya reflejado claramente, es un hecho. Ellos tienen ganas de acabar. La aspiración a la negociación, y no a la victoria, es ya consecuencia de un proceso. Hay que saber esperar.

P. ¿Siguen quejándose de falta de colaboración del Gobierno vasco, ahora que están dentro?

R. En el acuerdo de coalición se fija como objetivo la búsqueda de un entendimiento con el Gobierno del Estado en política antiterrorista. Por otra parte, el Gobierno del Estado lleva cuatro años colaborando en el desarrollo de la policía autonómica, que está en un buen camino de formación como policía integral. Y la policía autonómica y la policía del Estado se entienden, porque se hablan y se comunican.

P. ¿Han superado ambos partidos las diferencias sobre la negociación con ETA?

R. Hubo una discrepancia coyuntural el año pasado sobre la vía Txomin, qué significaba y cómo se podía explotar mejor. El Gobierno vasco apostó por agotar una vía de negociación con Iturbe antes de que fuera expulsado de Francia, y el Gobierno español no encontró garantías. Con más acierto exploró esa posibilidad en otra ocasión y en otro sitio.

P. Esa exploración, ¿no es contradictoria con la política antiterrorista?

R. Hay que precisar. Explorar no es negociar políticamente. ¿Por qué se hace? Llegan informaciones, mensajes, parece que hay gente dispuesta... Forma parte de un elemental seguimiento de lo que pase en el seno de ETA. No es incompatible con la firme decisión de no negociar políticamente con los terroristas como solución a este contencioso. La negociación política con los terroristas no es posible. Yo defiendo ese criterio en este Gobierno como cuando representaba al Gobierno del Estado.

P. ¿Qué era exactamente la vía Txomin?

R. Yo no lo sé con precisión. Creo que se trataba de un conglomerado de informaciones y de mensajes que podían expresar una determinada actitud de ese concreto dirigente etarra. También, probablemente, un intento de salida para una parte de la organización terrorista, la expresión quizá de un conflicto interno entre líneas duras y menos duras.

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