Elecciones italianas

Evidentemente, nadie puede prever un cambio repentino y general. Por otra parte, no sería deseable un vuelco del sistema. Puede que nuestra democracia haya estado bloqueada en estos cuarenta años, como hemos denunciado muchas veces, pero ha sido siempre una democracia a pesar de sus límites y defectos.En síntesis se trata de asegurar también a nuestro régimen parlamentario las condiciones del recambio y de la alternancia en la dirección del país, como en todo el mundo occidental. Se trata de introducir un modelo más equitativo de desarrollo económico y social, capaz de conciliar el progreso tecnológico con la salvaguardia del medio ambiente y de la salud. Se trata de sanear las cuentas del Estado, de reducir los desequilibrios entre el norte y el sur, de relanzar el empleo. Se trata, en definitiva, de renovar también los hábitos públicos, formados por relaciones y comportamientos ya generalizados, que están profundamente comprometidos por la llamada cuestión moral.

A la vista de las elecciones del 14 de junio, el miedo es el dato dominante en el poder, el común denominador de todos los partidos. Grandes y pequeños, quien más y quien menos, todos tienen algo que perder y algo que temer. Comenzando por el fantasma de la abstención y terminando por la eventualidad de una nueva mayoría alternativa, en manos de la suerte electoral de los dos mayores partidos y de sus respectivas relaciones de fuerza.

13 de junio