El Papa reafirma ante un millón de polacos su defensa del sindicato Solidaridad
El papa Juan Pablo II defendió ayer por la tarde en Gdansk, ante más de un millón de personas, y con más fuerza que el día anterior en Gdynia, no sólo el concepto de solidaridad, sino también el sindicato Solidaridad y los llamados "pactos de Gdansk", de 1980. En una misa celebrada en la zona del viejo aeropuerto de la citada ciudad polaca, el Papa dijo esta vez, sin rodeos: "El hombre tiene derecho como trabajador a autogobernarse, y expresión de ello son los sindicatos independientes y autónomos, como ha sido subrayado precisamente aquí, en Gdansk".
De la marea de gente cuyos limites no se lograban alcanzar con la vista, se levantó un grito: "Queremos Solidaridad, queremos Solidaridad", ritmado con un aplauso enorme. Esta vez Karol Wojtyla no pidió a la gente que no aplaudiera.
En la gran esplanada aparecieron como hongos pancartas del disuelto sindicato Solidaridad de Lech Walesa, el líder de los astilleros de Gdansk, que estaba sentado en la tribuna en primera fila con su esposa, Danuta. Ambos se sumaron a los aplausos haciendo crujir sus manos grandes y recias de trabajadores. Con toda probabilidad Walesa conocía ya la noche antes, cuando fue recibido, con toda su familia, por el Papa, el discurso duro que el Pontífice iba a dirigir a los trabajadores de esta ciudad, símbolo de tantas luchas sindicales. Walesa había declarado que con Juan Pablo II se había encontrado "en total sintonía".
La gente volvió a explotar cuando el Papa pronunció estas palabras: "Los pactos de Gdansk quedarán en la historia de Polonia como la expresión de esta creciente conciencia de los hombres del trabajo en relación con todo el orden sociomoral en tierra polaca".
Y ante los aplausos, que no le dejaron acabar la frase, agregó: "La génesis de estos pactos se remonta al trágico diciembre de 1970, y siguen siendo el empeño que hay que realizar".
Juan Pablo II hizo un llamamiento explícito para que no se produjeran disturbios: "Que nadie se atreva a turbar el carácter fundamental de esta jornada tan importante para vuestra causa". Y agregó: "Me he esforzado para hablar de vosotros y en vuestro nombre".
Por la mañana, el papa Juan Pablo II había ido a rezar y a colocar una corona de flores amarillas ante el imponente monumento de las Tres Cruces, a la entrada de los astilleros, que recuerda los trabajadores muertos en los enfrentamientos con las fuerzas del orden en aquella trágica fecha de 1970 recordada por el Papa.
Tras haber pedido en su discurso a las autoridades del Estado que cada polaco y cada trabajador "debe gozar de su espacio de libertad", el papa Wojtyla añadió, enardeciendo a la multitud: "Si al hombre se le quitan estos espacios y posibilidades, si la organización de la vida colectiva comporta un cuadro demasiado estrecho para las posibilidades e iniciativas humanas —aunque ello se dé en nombre de motivaciones sociales—ello, desgraciadamente, está en contra de la sociedad. Contra su bien, contra su bien común".
Pero cuando el millón de personas se encendía ante sus palabra, el Papa, con gran dominio de las masas, gritó que Solidaridad quiere decir también "nunca los unos contra los otros", y que es demasiado fácil decir "antes la lucha".
Y añadió que no hay que considerar a los otros como adversarios a quienes hay que destruir, sino, más bien, "con quienes hay que buscar un acuerdo".
La policía dispersó a unos 10.000 manifestantes partidarios de Solidaridad ayer por la tarde en Gdansk. Un grupo, sin embargo, se sentó en el suelo comenzando a rezar en voz alta durante unos 15 minutos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.