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Adagio

Manuel Vicent

Existen aviones cargados con bombas de hidrógeno que dan vueltas a nuestro planeta de forma perenne. Se trata de un viaje circular sólo rutinario. Estas máquinas invisibles vuelan a una altura donde el aire ya es tan puro como el espíritu, y dentro de ellas, los pilotos, que tal vez son gañanes de Oklahoma, se aburren mortalmente en medio de las esferas. Sin duda estos tipos tienen pasiones vulgares. En la tierra permanecen sus novias, los amigos y también todos los primos carnales devorando palomitas de maíz; pero ellos están condenados a navegar siempre bajo los astros día y noche, en una misión inútil, puesto que la carga que transportan nunca será usada. Puede que a alguno de estos ángeles vengadores le guste la música clásica y en ocasiones decida amenizar el propio tedio sideral con el Adagio de Albinoni. Esta es para mí la más absoluta modernidad: esa suave y lenta melodía de órgano y violines que envuelve las entrañas de los bombarderos y resbala sobre el dorado óvulo de los engendros nucleares mientras el piloto sueña, viendo las estrellas arriba y el mundo azul abajo, en un pequeño amor terrestre que invade su corazón y lo llena de ternura.Al mismo tiempo, por el fondo del mar discurren submarinos atómicos a cargo de otros gañanes soviéticos. En su interior, el aburrimiento es igualmente absurdo y mortal. Durante estas largas travesías de vigilancia o de amenaza también habrá algún ser sensible que haga sonar un concierto de Bach en el camarote y el sonido de una flauta espiritual inundará pasillos y recovecos hasta enroscarse en las espoletas de los misiles. Así flotan en el espacio o fluyen bajo el agua de nuestro planeta las armas radiactivas. Nuestras cabezas están coronadas y nuestros pies aparecen calzados con instrumentos de destrucción planetaria que dan vueltas sin detenerse jamás, llevados por cualquier sonata de Bach o por el Adagio de Albinoni. Pero dentro de ellos suena la música más sublime hasta que enternece el alma de estos ángeles vengadores y la llena de amor. Esta es la modernidad.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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