_
_
_
_
Reportaje:

La matanza de Tasdelen

Los 'protectores' de los pueblos, objetivo principal de la guerrilla kurda en Turquía

LUIS MATÍAS LÓPEZ ENVIADO ESPECIAL, "Ya no espero nada de la vida. Sólo vivir lo suficiente para cuidar de mi hermano mayor y presenciar la derrota final de los terroristas". Abuzeyd Cengiz, de 55 años, es uno de los 13 protectores civiles de Tasdelen, una pequeña aldea de 2.000 habitantes, en la provincia turca de Hakkari, bajo la ley marcial, a tres kilómetros de la frontera iraquí. El pasado 22 de febrero, un comando , del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), cuyos miembros vestían uniforme, mató a su esposa, a dos de sus hermanos y a sus mujeres, a sus tres hijos (de 3, 5 y 15 años) y a otros tres niños (dos sobrinas y un sobrino).

Abuzeyd tiene dificultades para expresarse en turco. Su idioma natal, el que emplea en su vida cotidiana, es el kurdo, que muchos funcionarios del Gobierno de Ankara insisten en descalificar asegurando que ni siquiera tiene alfabeto. Para él, como para otros habitantes de Tasdelen, el PKK es ya, definitivamente, un enemigo, y los soldados que la misma noche del ataque llegaron para quedarse y que ya han montado un dispositivo de defensa notable son aliados.Sin embargo, los guerrilleros separatistas, cuyo objetivo es la implantación de un Estado independiente kurdo con capital en D¡yarbakir, no podrían sobrevivir, a pesar del santuario de que disfrutan en territorio iraquí, si no fuera por el apoyo, al menos por pasiva, de los habitantes de estas tierras montañosas, de cumbres de más de 2.000 metros de altura, estrechas gargantas en las que los ríos se abren paso penosamente y recursos económicos limitados a una agriculturaprecaria y a la cría de ovejas y cabras. Para muchos de estos hombres y mujeres, que para sobrevivir tienen que vencer cada día a una naturaleza rebelde, la situación es difícil, cogidos entre dos fuegos, con presiones del Ejército y de la guerrilla, dos compañías peligrosas, temibles y, con frecuencia, indeseadas.

Los apenas 20 kilómetros que separan Uludere de Tasdelen se cubren en más de una hora de penosa marcha a través de un camino de cabras que decenas de obreros están convirtiendo en carretera y por el que antaño pasaban algunas caravanas camino de China. "Antes de dos años", asegura una fuente militar, "la nueva ruta cambiará el aspecto de toda la zona y abrirá amplios horizontes para el desarrollo de pueblos como Tasdelen. Por eso se ha convertido en un objetivo de la guerrilla".

A la entrada de la aldea hay un control de la gendarmería, cuerpo asimilable al Ejército, de disciplina militar, con mandos profesionales y efectivos de reemplazo, no voluntarios. Es uno de los muchos que el viajero se encuentra por estas cuatro provincias (Hakkari, Sürt, Mardin y D¡yarbakir), de población mayoritariamente kurda, todavía bajo la ley marcial, pero no cerradas, a los extranjeros, que raramente se aventuran, sin embargo, por las zonas montañosas fronterizas con Irán, Irak o Siria. El filtro de los gendarmes, con sus cacheos y comprobaciones, es tan disuasorio como el riesgo de un ataque, aunque la ayuda de la policía o el Ejército puede resultar imprescindible incluso para encontrar una cama en la que pasar la noche.

Las 11 tumbas de Abuzeyd

Abuzeyd no presenció los hechos en los que murieron sus 11 parientes, frente a cuyas sepulturas (a un lado los hombres, al otro las mujeres) reza solemnemente. Él, como los otros 12 protectores de Tasdelen, estaba fuera de la aldea, vigilando. Kasim Ozer, de 39 años, otro protector, reconstruye los hechos: "A las seis de la tarde, los gendarmes de Ortabag nos advirtieron de que estuviéramos alerta, porque se temía una incursión desde Irak. Tomamos posiciones a la salida del pueblo, pero unos 70 terroristas, con uniformes del Ejército turco, llegaron una hora más tarde desde otra dirección y mandaron emisarios, en varias ocasiones, para reclamar nuestra presencia. Exigimos una identificación clara. No la enviaron. Así pasaron casi tres horas. Fue entonces cuando enviaron dos grupos, uno a mi casa y otro a la de Abuzeyd, y cometieron las matanzas".

Kasim conduce al visitante a su modesta casa, a la que se llega por un accidentado camino de cabras, y muestra las heridas que sufrieron dos de sus hijos. "Primero dispararon con una metralleta y luego lanzaron granadas", dice enseñando algunas huellas de las explosiones en las paredes y enseres de la vivienda. "Resultaron muertas mi mujer, mi cuñada y una vecina, y hubo siete heridos", afirma, mientras señala a uno de sus hijos, de nueve años, que exhibe con extraño orgullo una cicatriz en el vientre causada por la metralla.

Kasim tiene aún otros cuatro hijos. Abuzeyd no puede hacer gala de tanta suerte. Toda su familia, con la excepción de un hermano mayor, fue exterminada. No hay testigos vivos de la matanza. Ningún superviviente. Los guerrilleros utilizaron primero metralletas y luego prendieron fuego a la casa. Una nueva, sufragada por el Gobierno, está siendo construida ahora.

Los protectores se han convertido en uno de los principales objetivos de los ataques de la guerrilla independentista kurda. Se trata de voluntarios civiles armados por el Ejército, que se encargan de la seguridad en los pueblos en los que no hay acuartelamientos permanentes. Su número se estima en unos 6.000 en la zona del Kurdistán todavía bajo la ley marcial. El mensaje del PKK es claro: colaborar con el Ejército (que tiene en el Kurdistán turco un impresionante despliegue de tropas, al que se une la presencia de miles de policías) es cruzar un límite, convertirse en enemigo y, por consiguiente, en objetivo militar. No sólo los protectores, sino también sus familias.

La matanza de Tasdelen y otras acciones del PKK dirigidas contra el Ejército provocaron en marzo un ataque masivo de la aviación turca en el Kurdistán iraquí (amparado por un acuerdo entre Bagdad y Ankara) que ocasionó la muerte de al menos 100 personas y operaciones de rastreo en la zona bajo estado de sitio. Muchas de las víctimas eran mujeres y niños. Para el Gobierno y el Ejército turco, no eran kurdos, sino "terroristas". Los dirigentes de Ankara no reconocen que haya un problema kurdo porque, para ellos, los kurdos ni siquiera existen: no hay diferencias étnicas, identidades culturales nacionales específicas. Todo el que vive en Turquía es turco.

Noche trágica en Acikyol

La paupérrimma aldea de Acikyol está a unos 150 kilómetros al Este de Tasdelen, en la provincia de Mardin, a escasa distancia de las torretas de vigilancia, los campos de minas y el alambre de espino que marcan la frontera caliente con Siria. En la cercana ciudad de Nusaybin, de casi 50.000 habitantes, miles de camiones cisterna con crudo o en busca de él en los campos petrolíferos iraquíes transitan diariamente por la antigua ruta de la seda, donde con un poco de imaginación aún puede seguirse el rastro de Marco Polo.

Pero apenas se abandona la carretera, se entra en un mundo diferente, de caminos casi intransitables, campos de cereales y de lentejas y, finalmente, tierras desoladas donde hasta las cabras, acostumbradas a comer de todo, tienen dificultades para subsistir. Acikyol tiene apenas 150 habitantes. El pasado 7 de marzo, unos 25 de ellos estaban viendo el telediario en la única casa con televisión del pueblo. Uno de los ocho protectores, Suleimán Yalcim, afirma que los "terroristas", unos 50 en total, capturaron a tres niños. "Uno de ellos logró escapar", asegura. "A los otros dos, de 12 y 10 años, los asesinaron a sangre fría. Luego dispararon con metralletas y arrojaron granadas de mano contra la casa en la que estaba la televisión y en la que había cuatro protectores, pero sólo hubo un herido. Un niño subnormal salió corriendo y fue abatido a tiros'.

"Posteriormente", añade Suleimán, "fueron a la casa de otro protector, Hasim. Él no estaba, pero sí su padre, su madre, una hermana de 15 años, otra de 25, embarazada, y el hijo de tres años de ésta. Primero dispararon con metralletas, luego arrojaron granadas y, finalmente, rociaron con gasolina y prendieron fuego. Todos murieron". Hasim, su esposa, Hattice, y su hermana Emine posan ante su vivienda destruida, con una aparente pátina de indiferencia que desmienten las palabras del protector: "Si encuentro a los terroristas, los mataré a todos".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_