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Tribuna
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Privado

Según una pequeña encuesta que ha hecho la revisa Tiempo, la mayoría de los políticos españoles consideran intrascendentes los posibles escándalos de carácter sexual. Más justo sería decir que ni se escandalizan de estos escándalos, ni encuentran en ellos razón de escándalo. No entenderían en suma que sucesos del tipo que atruenan Estados Unidos o Gran Bretaña se repitieran en España. Son optimistas.Desde luego, como apuntaba Bertrand Russell, todos los países de tradición antidivorcista defienden mejor el matrimonio y persiguen con más saña a los adúlteros. Pero aceptado esto, lo importante es atender al grado con que la sociedad vive la distinción entre individuo y personaje. Para los norteamericanos, el presidente no está investido de más carisma que el de un millonario conocido. El presidente ha ganado millones de votos, al estilo en que Getty ha ganado millones de dólares. Es el éxito de un ciudadano. Y cualquier vecino, incluido el que está reflexionando, podría haber ganado eso de haber vivido en otro Estado o de no haber bebido tanta cerveza los viernes. La investidura pública no existe. Y con ello quiere decirse que el político es un tipo homologable, en esencia, a cualquier baranda del distrito. No tiene sentido, por tanto, hablar de él como "hombre público".

Desde el sheriff al presidente, desde el médico rural al surgeon general, hay una línea contínua que en ningún momento cambia de sustancia. Por el contrario, tal sustancia se va adensando al punto de que lo exigible al habitante en una cotidianidad de barrio aumenta su rigor cuando el sujeto habita una cotidianidad a escalas nacionales. La inmunidad en la que se reconocen los políticos españoles respecto a ciertos pecados, reproduce la escisión del hombre entre su ser carnal y palpable y la entelequia menos tangible de lo público.

La contradicción se crea, sin embargo, ya cuando el político que busca y encela lo mas privado de¡ elector -su emoción, su estética- intenta cerrarle el paso a su reducto privado. La reacción es despecho y dinamita.

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