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Los malteses desean acercarse a la CE

Richard Sultana, líder y casi único militante del Partido de la Mariposa, aprovecha la protección de la pequeña pantalla, contra la que nada pueden los energúmenos que le arrojan huevos en sus mítines, para arremeter contra violencia que ensombrece la campaña para las elecciones de mañana en Malta. El independiente Spiridione Sant, con una bicolor barba decimonónica, propone implantar la pena de muerte y canta, desafinando, el himno nacional. La realidad, sin embargo, está más cerca del bolsillo. Nacionalistas y laboristas (éstos, en el poder desde hace 16 años) centran sus compromisos en las relaciones con la Comunidad Europea.

Manuel EIlut, director general del Banco Central, dice que las cuentas del Estado son absolutamente correctas y que la economía maltesa está en plena expansión, con el turismo casi a tope, la renta per capita de 3.000 dólares, las reservas de divisas 10 veces por encima de la pequeña deuda externa y los sectores manufacturero y de la construcción plenamente recuperados. Insiste en que la libra maltesa (cerca de 400 pesetas al cambio actual) no está sobrevaluada, y justifica el cambio especial un 35% por debajo del oficial que se hace a los operadores turísticos británicos en la necesidad de cuidar un mercado que supone más del 50% de los ingresos por turismo. Ellul defiende la congelación salarial y de precios, vigente por cinco años. Dice que el Gobierno laborista, que preside Carmelo Mifsud Bonnici, "quiere hacer negocios con todo el mundo", incluidos Libia, la URSS o Corea del Norte, pero que "el 80% de los intercambios comerciales se efectúa con la CE".

La prioridad a la CE no llega, sin embargo, hasta el extremo de solicitar, como quiere la oposición del Partido Nacionalista (PN), la plena integración en la Comunidad. Los laboristas creen que tal paso sería negativo a medio plazo Malta, un pequeño archipiélago entre Sicilia y África, de unos 330.000 habitantes y una extensión que hace que en muchos mapas esté oculta bajo su propio nombre, ha heredado de los fenicios, uno de los muchos pueblos que lo ocuparon a lo largo de la historia, un sentido comercial que hoy sólo se puede encontrar en Chipre y que hasta hace unos años era la seña de identidad de los libaneses. Sus principales productos exportables son el mar, el sol, la situación geográfica y el trabajo. En el extranjero viven tres veces más malteses que en el archipiélago, y no es fácil encontrar en el mundo un maltés pobre. Ni siquiera en su propio país, a pesar de un índice de desempleo del 6%, según el Gobierno, y del 18% según la oposición (este tipo de disparidades no son cosa extraña por aquí).

El líder del PM, Edward Fenech Adami, dice que "el Gobierno no es capaz de crear empleo productivo". Los laboristas quieren buenas relaciones con la CE, que todos los años regala a este país un buen puñado de millones de ecus, pero creen que la situación no está aún madura para la plena integración.

"No queremos las consecuencias que ustedes los españoles están sufriendo, especialmente en el sector agrícola", asegura el primer ministro, Carmelo Mifsud Bonnici. "Te memos que los efectos de la integración de Malta, cuya economía es más débil, serían mucho más graves. No es un no definitivo".

En sus mítines, el primer ministro ha presentado también argumentos de orden moral contra la integración: en el Reino Unido, ha dicho, un niño no puede quedarse solo en la calle sin temor a ser molesta do, y en cinco países de la CE (entre los que cita a España) hubo en 1986 un total de 639 nuevos casos de SIDA. "Los ideales de la juventud maltesa no son los de esos países".

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La batalla electoral se libra con palabras mayores (paz, progreso, libertad, justicia, democracia), que probablemente pueden suponer un puñado importante de votos, tal vez los suficientes para decidir el resultado. Adami, además de los motivos económicos, señala que "la integración en la CE seria un factor de estabilización de una democracia en peligro". El líder opositor no discute la necesidad de buenas relaciones con la URSS o Libia, y tampoco pone en cuestión la neutralidad recogida en la Constitución, pero apuesta por Occidente y es rotundo al asegurar que "la CE es la gran prioridad".

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