Bebés con síndrome de abstinencia
El amargo despertar a la vida de un hijo de madre drogadicta
La mayor parte de los hijos de mujeres drogodependientes sufre el síndrome de abstinencia a los pocos días de nacer y carece de una relación afectiva suficiente con la madre, según ha puesto de manifiesto un informe elaborado por un equipo de enfermeras del servicio de neonatología del hospital Clínico de Barcelona. Aparte de las secuelas físicas y psicológicas que el síndrome de abstinencia deja en estos niños, la principal consecuencia de la situación social y emotiva en que viven es un importante retraso psicomotriz.
El informe está basado en el estudio de la evolución clínica de 50 niños, hijos de madres drogadictas, atendidos en este hospital durante dos años, y el seguimiento posterior de la evolución de los pequeños en sus domicilios.Según concluye el informe, cuyas autoras son Mari Luz Lorente, Lucí Cabero, Teresa Farré, Luz García-Margallo, Margarita Pla y Carmen Rodés, la primera consecuencia de la drogadicción de la madre es el bajo peso del niño. "En la mayoría de los casos", explica Lucí Cabero, "fueron embarazos no deseados por lo que, a las consecuencias físicas de la drogadicción, hay que añadir que la madre se cuidó muy poco".
En los pocos casos en que el embarazo sí fue deseado, la maternidad era en realidad una motivación para poder abandonar la drogadicción, cosa que no se había llegado a conseguir.
Tres de cada cuatro niños estudiados, desarrollaron el síndrome de abstinencia a la heroína o a la metadona (fármaco que se utiliza como sustitutorio de la droga en algunos tratamientos de desintoxicación) como consecuencia de la drogadicción de la madre. La mayoría de ellas se habían administrado heroína o metadona en las 24 horas previas al parto, muchas confundiendo los síntomas del alumbramiento con el malestar que provoca el síndrome de abstinencia.
Durante el embarazo, el feto recibe de la madre la misma dosis de droga que ésta toma. Por eso, los efectos del síndrome en el recién nacido son idénticos a los de la madre, con el agravante de que élla es consciente de lo que le ocurre, mientras que el pequeño los sufre en medio de un desamparo total.El síndrome de abstinencia provocó en los bebés problemas nerviosos, circulatorios, respiratorios, metabólicos y gastrointestinales, con irritabilidad, llanto incesante, trastornos de sueño y temblores.
"Cuando el síndrome es agudo", explica Mari Luz Lorente, el niño sufre una gran tensión muscular, se pone rígido y podría llegar a tener convulsiones, con secuelas muy graves. Durante el síndrome, el niño vive una intensa ansiedad que le lleva a una necesidad permanente de succionar. Se come los puños. Constantemente estaría comiendo y bebiendo. Nunca se siente satisfecho y cuando ya está saciado, vomita y llora de nuevo reclamando comida. No para y si se le deja en la cuna, el roce con la sábana acaba provocándole escoriaciones".
La poca literatura médica sobre el tratamiento a aplicar indica que estos bebés deben permanecer aislados en incubadoras o vestidos holgadamente, sin tocarlos. Sin embargo, las autoras del informe han comprobado que el tratamiento que más calma al bebé es precisamente el contrario. "Los bebés se sienten muy aliviados cuando los coges y los acunas, y cuando están en la cuna, prefieren estar tapados con alguna sábana bien ceñida, porque así se sienten más protegidos", explica Luci Cabero.
"Precisamente, los niños con síndrome de abstinencia tienen el denominado reflejo del mono muy exacerbado", continúa Mari Luz Lorente. "Por este reflejo innato, los niños hacen un gesto rápido de asirse cuando se les deja suspendidos sobre la mano, porque tienen la impresión de caer. Los bebés con síndrome de abstinencia tienen esta sensación de vértigo muy acentuada, de ahí que se sientan confortados cuando se les coge en brazos".
Una sudoración excesiva, incluso en los escasos momentos de relajanúento, fiebre, jadeos y diarreas completan el cuadro clínico del síndrome en estos bebés.
En el caso de los hijos de heroinómanas, el síndrome se presenta a partir del segundo o tercer día de vida y se prolonga por espacio de ocho o 10 días. Cuando la adicción es a la metadona, tarda algo más en aparecer y es menos agudo, pero se prolonga por más tiempo -de 15 a 20 días- por lo que puede tener peores secuelas. En cualquier caso, no se ha determinado qué repercusión tendrá en el futuro del bebé el padecimiento de un estado de irritación cerebral tan acusado durante tantos días.
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