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Valentina Fawiano

La niña que prefiere vivir en la cárcel

Juan Arias

Quiere volver a la cárcel y tiene sólo tres años. Se llama Valentina y posee dos ojos como dos soles. Dice que la cárcel es fea, pero que allí se divertía porque todos jugaban con ella. Y sobre todo porque allí podía estar con su mamá, Sonia Benedetti, y ver cada domingo a su padre, Marco Fawiano, ambos terroristas de las Brigadas Rojas, la primera condenada a 30 años y el segundo a 17.

Valentina, que se ha ganado la ternura y simpatía de todo el país, lleva razón cuando a los guardias de la cárcel, cogiéndose a sus pantalones, les grita: "Ésta es mi casa, yo quiero quedarme aquí". Porque la niña, que revela una madurez intelectual superior a su edad, fue concebida en la cárcel, nació allí y hasta ahora ha vivido en la celda de su madre, en la cárcel de máxima seguridad de Le Nuove, de Turín.Los domingos, acompañada por su madre, podía ir a la celda de su padre y jugar con él todo el día. Ahora Valentina ha tenido que dejar la prisión al cumplir sus tres añitos. Así lo exige la ley. Y ha sido confiada a los abuelos. Ella se resiste y pregunta: ¿Qué es la ley? Yo quiero decirle a la ley que me deje en la cárcel con mi madre y mi papá y con los tíos grises", como llama a los carceleros, que se han enamorado de la niñita y es el juguete de todos. La niña aún no sabe qué es un terrorista, ni que sus padres, con sus ametralladoras, sembraron luto y dolor en tantas familias. Para ella son buenos y basta, y cree que la cárcel es su casa natural. Ahora puede ir a verlos una vez a la semana. Pero cuando tiene que separarse de su madre dicen los tíos grises que "duele el alma". A los tíos grises les dice cada vez, llorando, cuando la empujan fuera de la cárcel: "Os prometo que no tendré caprichos si me dejáis quedarme con mi mamá aquí".

En realidad, en la cárcel, Valentina fue una niña feliz. Porque su madre no tenía nada que hacer en todo el día salvo jugar con ella. Y lo mismo que su mamá hacían todas las otras presas, terroristas jóvenes que pasaban horas con Valentina, enseñándole tantas cosas y hartándose de jugar con ella. Su vida empieza a ser más dura ahora porque hace poco, mientras jugaba con sus abuelos en el campo, otra niña le preguntó dónde estaban sus padres, y ella respondió inocente: "Están en la cárcel, son terroristas". Y la niña salió corriendo, dio la voz y Valentina se convirtió en una apestada. "Ahora nadie quiere jugar con ella", dicen desconsolados los abuelos.

Sonia y Marco concibieron a Valentina dentro de la jaula del tribunal de Turín, en de la misma cárcel, durante una audiencia del proceso. Pudieron hacerlo ayudados por los demás detenidos, quienes para burlar a los carabineros que vigilaban la jaula les hicieron una barrera mientras hacían el amor. Los carabineros aseguran que es imposible que la historia sea verdad, pero la impresión es que también ellos cerraron un ojo para permitir a los dos esposos terroristas concebir el hijo que deseaban como una salida a la pesadilla de su historia de sangre.

De hecho, Sonia y Marco, que durante mucho tiempo pertenecieron al grupo de los que no aceptaban disociarse de la violencia, al nacer Valentina replantearon su vida, declararon que no querían volver a los métodos de la lucha armada y lanzaron una llamada a los otros jóvenes para que abandonaran el terrorismo. "Se lo debemos a nuestra hija", han declarado, "si hoy vemos el mundo y nuestro pasado con ojos distintos".

El país se ha dividido. Una mitad pide que se les deje en libertad para que puedan estar con su hija, que no duerme y da saltos y gritos durante el sueño. La otra mitad piensa que no se puede olvidar que con su conducta pasada fueron ellos quienes causaron dolor irreparable a tantos otros niños al haber atentado contra sus padres dejándoles huérfanos.

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