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Reportaje:

Fiebre islámica al borde del Nilo

Arabia Saudí, más que Irán, es el modelo para los integristas de Assiut

A mediodía del pasado viernes, los musulmanes no cabían en la mezquita Algamia Alchareya, un edificio del color marrón sucio de toda la ciudad de Assiut, en el alto Egipto. Cientos de hombres seguían las palabras del predicador en la calle, acotada por dos barricadas de bicicletas. Estaban postrados sobre esterillas y habían dejado sus zapatos en una de las aceras.

El orador parecía muy enfadado y centraba su discurso en que los musulmanes piadosos no deben salir con chicas extranjeras. Se mascaba el fervor religioso como se mascaba el polvo que envolvía la ciudad. Sólo un comercio de la calle, una farmacia, se mantenía entreabierto. Sus propietarios, cristianos coptos, habían sufrido en el pasado ataques de los asistentes a la mezquita, pero estaban dispuestos a resistirse al cierre. Confiaban en los numerosos soldados armados que rodeaban la zona por todas partes."Islam no es cortar las manos a los ladrones. Islam es vida. En el Corán está todo: la espiritualidad, la política, la economía, la ciencia, todo". La plegaria había terminado, y Kamal, 18 años, estudiante de Veterinaria, estaba en su cuarto, rodeado por media docena de estudiantes y profesores. Todos vestían galabia blanca o gris, llevaban barbas y eran dirigentes activos del semiclandestino movimiento Jamaat Islamiya, que ha convertido a la universidad de Asslut en el feudo del integrismo islámico en el país del Nilo.

Desde hace dos años los integristas son los dueños de la mezquita Algamia Alchareya e imponen su ley en el campus. Las clases mixtas han terminado, así como la música, el baile o el cine. Las chicas musulmanas van veladas. A la hora de las oraciones los profesores ceden su lugar a estudiantes de Jamaat Islamiya, que dirigen las plegarias. Las teorías contrarias al islam, como la evolución de las especies, han sido proscritas en esta universidad de 30.000 alumnos, sin otro futuro que un modesto empleo de funcionario a menos de 10.000 pesetas mensuales.

La pieza de Kamal era muy modesta: un lecho, una mesa, unas cuantas sillas de madera y postales con citas coránicas. Desde una ventana abierta se veía un paisaje de ropa tendida. Se bebía coca-cola y no se fumaba porque, dijo Mahmud, un profesor de Matemáticas, "eso es una debilidad y un gasto innecesario".

Kamal era hijo de un empleado de la cercana población de Sohag, donde últimamente se han producido asaltos a iglesias y comercios cristianos coptos.

'Polvo mágico'

Muchos de los incidentes de Sohag y otros lugares del alto Egipto comenzaron a partir de un rumor que aseguraba que los cristianos arrojaban un polvo mágico a los vestidos de las mujeres musulmanas. Ese polvo tenía la virtud de hacer aparecer cruces indelebles tras un primer lavado. Los universitarios reunidos en el cuarto de Kamal creían a pie juntillas esa historia."Estamos habituados a los ataques de los musulmanes. Lo hemos heredado de nuestros padres", había afirmado horas antes el vicario de una iglesia copta de Assiut, custodiada por dos soldados con metralletas.

Hace un cuarto de siglo, contaba el vicario, Assiut y alrededores eran de mayoría copta. Ahora los cristianos representan el 40% de los dos millones de habitantes de la provincia, debido al superior crecimiento demográfico de los musulmanes. El vicario pidió que su nombre no fuera mencionado y admitió sin reserva que su feligresía tenía miedo y soñaba con emigrar.

El tren que une la estación cairota de Rarrisés con la de Assiut sigue el curso del Nilo a lo largo de 350 kilómetros. Sus cristales estaban tan sucios que del exterior sólo se veían las sombras borrosas de campos verdísimos que terminaban abruptamente en el desierto, palmerales, minaretes, campesinos en galabia sobre pequeños burros, mujeres cargadas de bultos, y niños, muchísimos niños.

Un ruinoso mosaico con el retrato de Nasser preside la estación de Assiut. El hombre que intentó levantar un Egipto moderno, laico y socializante nació en esta provincia. Años después de su muerte, en perfecta conexión con el asesinato de Sadat por militares islámicos, un motín integrista provocó en Assiut 86 muertos, muchos de ellos policías.

En la ciudad era imposible encontrar a los líderes más conocidos del movimiento islámico. El jeque ciego Omar Abdel Rahman, el dirigente universitario Ussama Ruchdi y el médico Ahmed Abdo estaban en "paradero desconocido", decían asustados vecinos. "Todos están detenidos. Unos 500 miembros de Jamaat Islamiya están encarcelados", afirmaban los reunidos en el cuarto de Kamal. Ellos mismos aseguraban haber pasado algún tiempo privados de libertad. "Mubarak", dijo uno, "protege a los cristianos porque necesita el apoyo de Estados Unidos y Europa".

El buen musulmán

Los universitarios se pronunciaban por métodos pacíficos para la consecución de su principal objetivo -la aplicación de la charia o ley islámica en el valle del Nilo-, pero no descartaban el recurso a otros métodos en caso de que, pese a la creciente presión popular, el rais Mubarak no islamizara definitivamente su política. Más que el atormentado y revolucionario Irán, la puritana Arabia Saudí parecía ser su modelo.Tampoco creían que Mubarak mereciera sufrir los destinos del sha persa o Sadat, cuyo asesinato, con grandes risas, dijeron que "estuvo muy bien". "Mubarak", declaró Karnal, "es personalmente un buen musulmán".

Jamaat Islamiya se niega a participar en las elecciones de mañana lunes "porque están trucadas". Sin embargo, no condena el intento de colocar algunos diputados en el futuro Parlamento de la rama más moderada del integrismo egipcio, los Hermanos Musulmanes. "No hay ninguna diferencia entre los Hermanos Musulmanes y nosotros. Tenemos un mismo objetivo, el islam. Sólo diferimos en los medios".

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