La gallina que no sabía leer

J. Y. Joaquín Cassinello, secretario para el juicio del síndrome tóxico, quedó vivamente impresionado cuando el pasado día 12 de marzo acudió a los depósitos de aceite de Arganda del Rey (Madrid), para tomar muestras aleatorias que iban a ser utilizadas en una prueba pericial. Le acompañaban Roberto Arche, químico asesor de los magistrados, y un inspector de la Audiencia Nacional.

En una inmensa nave industrial, custodiada por la Guardia Civil, se almacenan gran parte de los aceites supuestos causantes del envenenamiento masivo conocido como síndrome tóxico, con los correspondientes rótulos sobre su procedencia.

Nada más entrar en la nave, el secretario descubrió en el centro del recinto un gran charco oleoso, procedente de una garrafa que aparecía reventada.

Una gallina había entrado en el recinto, al parecer por un ventanuco abierto, burlando la estricta vigilancia de la Benemérita. El. animal había picoteado en el aceite, sin advertir la indicación de que era tóxico, y yacía muerto en medio del charco.

Al tener conocimiento de estos hechos, uno de los abogados defensores que niegan que el aceite causara el envenenamiento manifestó: "Seguro que la gallina murió porque le cayó la garrafa encima".