Datos sobre el SIDA
La posesión o el usufructo de una tribuna pública tan poderosa como la última página de EL PAIS debería, en mi opinión, de ir acompañada de un menor grado de visceralidad que el que pone de manifiesto Rosa Montero en su columna del 14 de marzo al referirse a un tema tan trascendental como, sin duda, es la reacción de la sociedad ante el SIDA. Hacer gala de tales dosis de dogmatismo en cualquier rama de la ciencia, y particularmente en biología, suele ser patrimonio de los muy sabios o de los muy ignorantes, y dudaría mucho antes de encuadrar a la señorita Montero en el primer apartado.¿Sabía usted que la hoy llamada hepatitis B se denominó durante años de jeringuilla, hasta que el virus responsable se encontró prácticamente en todos los líquidos corporales (lágrimas, saliva, orina, etcétera), al perfeccionar las técnicas de detección? Habla usted del incidente de Pamplona tras la negativa a operar una enferma con SIDA y lo califica de indigno. Es posible. Probablemente no le falte parte de razón. Y yo no me atrevo a dar adjetivos calificativos, pero sí ordinales: no será el último. ¿Sabe usted que aun contando solamente con las vías ya establecidas de contagio quien anda con un bisturí indefectiblemente se acaba cortando (los médicos), quien con una aguja se acaba pinchándose (los ATS) y que a través de una pequeña heridita se puede uno poner en contacto con el virus eliminado en la sangre del enfermo (médicos, ATS, auxiliares, personal de limpieza, celadores, etcétera)? ¿Sabe que, volviendo al virus B, durante los años setenta se contagió más de la mitad del personal sanitario de algunas unidades de cirugía cardiovascular, hemodiálisis, den-
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