Miguel Milá y André Ricard
Ambos han obtenido el primer Premio Nacional de Diseño Industrial
Un jurado internacional ha concedido el primer Premio Nacional de Diseño Industrial a dos Barceloneses, Miguel Milá y André Ricard, "en reconocimiento a su excelente trayectoria". Milá y Ricard comparten varias cosas juntos: la edad, los 30 años que llevan dedicados al diseño, la amistad y su afición por el tenis.
Miguel Milá tiene 56 años; André Ricard, 57,Ricard descubrió su afición al diseño hace 30 años, después de leer a Raymond Loewy. Por entonces, Ricard era un alto directivo de los laboratorios de su padre, y pocos pensaban que del mundo de los negocios pasaría a crear ceniceros, frascos de colonia o lámparas. Milá estudiaba la carrera de arquitectura por aquellas fechas y trabajaba en el estudio de Federico Correa y de su hermano Alfonso Milá (los arquitectos del anillo olímpico). Miguel Milá componía pequeños objetos para interiores. Un día, un amigo, Manel Cases, le dijo algo que le causó sorpresa: "Tú lo que haces es diseño industrial". La misma fuerza de voluntad que Ricard tuvo para delegar las responsabilidades de la empresa familiar la tuvo Milá para abandonar la carrera y dedicarse enteramente al diseño.Miguel Milá ha diseñado muebles y ha decorado interiores. La lámpara TMC le valió su primer premio Delta. Luego también le concedieron otros por una cubitera de hielo, una lámpara de colgar, unas pinzas de hielo, una mesa de poliéster para exteriores y una chimenea. André Ricard prácticamente no ha creado un solo mueble, pero hay cientos de objetos cotidianos que llevan su firma: los frascos de Moana, las botellas de Agua Brava, Quorum o La Nuit de Paco Rabanne, encendedores de cocina como el de Flamagás, los vasos apilables de Gres, el cenicero Copenhague o la lámpara de lectura de Metalarte. Es curioso, porque ambos poseen el mismo número de premios Delta: once.
A pesar de su amistad -"lo que no es obstáculo para que nos enzarcemos en discusiones interminables", confiesan- casi no han trabajado juntos. Una de las excepciones es el macetero que les valió un Delta de plata en 1966 y que luego ha sido plagiado hasta la saciedad. "La copia, si desarrolla el objeto primitivo hacia otras posibilidades, no me parece mal", reconoce Ricard.
El premio les ha caído de sorpresa. Ricard reconoce que no sabía ni que se convocaba. Milá se enteró en Nueva York. "La gente que compone el jurado da mayor entidad al premio", dice Ricard. "Estoy encantado con el doble galardón porque se premian dos facetas distintas del diseño. Yo soy un diseñador preindustrial, pues mis diseños me los podría fabricar yo mismo; Ricard hace objetos que necesitan moldes, que suponen una complejidad mayor", asevera Milá. Esta dualidad se refleja en una obra muy especial, en la que -junto a otros diseñadores, arquitectos e interioristas- ambos participan en la actualidad: el Centro de Arte Reina Sofía. Mientras Milá hace el interiorismo del salón de autoridades, de la sala de asistencia médica y de la de Prensa, Ricard proyecta las lámparas y un aseo con el universo de pequeñas cosas que lo integran.
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