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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Aparece el SIDA

Hotel es una serie dramática del género blando; para la sobremesa, en la que los programadores universales suponen que algo debe ayudar a la placidez de la digestión después del sobresalto verista de los informativos. Como en su lejano modelo novelístico -Grand Hotel, de Vicky Baum-, se cruzan cada día vidas y peripecias en un ambiente de lujo y suavidad, en un hotel fastuoso regido por personajes que son angélicos o quizá dioses menores; por las reglas de la sobremesa, todo se resuelve siempre por lo mejor, y hasta los desgarros se cicatrizan o tienen un buen futuro... Pero de pronto, en el capítulo del lunes, dejó aparecer la sombra terrible y desmoralizadora del SIDA. Trata el tema con arreglo a sus pautas, a su idealismo y su filosoffia del optimismo, pero no ahorra ni la angustia ni la lección.Mezclada entre otras acciones, como es su esquema, aparece ésta: a) un camarero machista, duro, grosero, se burla de su compañero, homosexual; le insulta; b) el machista siente extraños malestares, y su médico le da el diagnóstico: tiene los anticuerpos del SIDA; se indigna: no es homosexual ni drogadicto; c) contra toda lógica, acusa a su compañero homosexual de haberle transmitido la enfermedad; d) a pesar de todo, es un hombre consciente que comunica a sus jefes en el hotel lo que le sucede, y también a su familia; e) la empresa del hotel debate el caso y decide que el SIDA no es transmisible en el medio de trabajo, ni a los empleados ni a los clientes del hotel, y le mantiene en su puesto de trabajo; f) la familia -mujer e hijo adolescente-, en cambio, le repudian; son ignorantes, no comprenden más que la leyenda del SIDA, temen que haya sido siempre homosexual o frecuentador de burdeles o drogadicto; g) los síntomas se agravan y ha de ser internado en un hospital, mientras la empresa decide pagarle su salario íntegro; h) el camarero homosexual intercede con la familia del enfermo; se explica que el SIDA no es un castigo divino ni una cuestión de marginación, sino un virus; i) en la habitación del hospital aparecen, entre flores, la mujer, el hijo del enfermo, el compañero homosexual y alguien de la dirección del hotel; toda la sociedad se aproxima a él y se le dice que la ciencia está trabajando rápidamente en la busca de métodos curativos...

La extrapolación de estas secuencias del contexto del capítulo no desmienten la doctrina de la serie tranquiliz adora: la sociedad es buena, termina siendo solidaria del que sufre, le estimula; el que comenzó siendo malo llega a ser bueno por su propio sufrimiento, y el final deja entreabierta una esperanza. Pese a esta endeblez dramática, el mensaje aparece bastante claro y puede ayudar -aunque no seamos tan optimistas como los autores de Hotel- a hacer comprender a una sociedad cerrada y empavorecida como la nuestra unas formas de comportamiento y unas realidades. Una es que el SIDA no atañe sólo al que por alguna vía pecó, sino a todos; otra, que no se contagia más que por medios suficientemente conocidos y no por la presencia del enfermo, incluso como servidor de un bar; la tercera, que el atacado por el virus necesita más que nadie la solidaridad y la ayuda, y que marginarle o repudiarle es una crueldad absolutamente innecesaria que puede volverse en contra de quien la ejerce. Al mismo tiempo, sitúa una parte especialmente noble y decisiva en un homosexual.

La primera vez que el SIDA aparece en una serie dramática en la pantalla española lo hace con dignidad, con buena información, sin ahorrar siquiera el alcance de la tragedia humana y social. Tal vez sirva de algo.

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