Aquí está el 'busilis'
El 7 de agosto de 1822, por conducto de Gaetano Cattaneo, Alessandro Manzoni devolvía al abate Achille Mauri el Don Quijote que le había prestado. En la carta que acompaña la devolución (con mil y una disculpas, quizá por la molestia que se tomaba Cattaneo, quizá por haber retenido mucho tiempo el libro), dice: "El Cervantes", pero con toda seguridad era el Quijote, y muy probablemente la traducción italiana de Bartolomeo Gamba, publicada unos años antes. Sabemos, pues, con certeza, que en 1822, mientras trabajaba en la primera redacción de Los novios, entre las lecturas de Manzoni estaba, con las novelas de Walter Scott, Don Quijote, y de esas lecturas se alimentaba en cierta medida su trabajo.Aunque es presumible que la primera vez leyese el Quijote en italiano, más adelante, acaso entre la primera y la segunda redacción de la novela, y gastando en ello mucho tiempo y mucha atención, lo leyó en español, lengua que no conocía y que a partir de esa lectura comenzó a aprender. Aparte el placer del texto, el placer de leer en su original aquel libro con el que, por muchas razones, se identificaba, Manzoni necesitaba un poco de español para dar en su novela consistencia de personaje -todo lo menor que se quiera, pero vivísimo- a Antonio Ferrer, gran canciller del Estado de Milán. Y que para redondear el personaje le faltaba cabalmente un poco de español queda muy claro en el capítulo séptimo de la primera redacción: "Ferrer se volvió al cochero y le dijo deprisa, en voz queda, pero claramente...".
Esos tres puntitos de detrás de los dos puntos marcan la frase que Ferrer habría dicho en castellano al cochero, para que la muchedumbre que le redeaba no la entendiese. Manzoni, pues, había concebido desde el primer momento el bilingüismo de su personaje, sólo que aún no estaba en condiciones de formular frases, por sencillas y breves que fueran, en español, Pero en la segunda redacción Manzoni ha aprendido ya el suficiente español para poner en labios de Ferrer esas frases de veras, que son lo contrario de las que dice en itallano para halagar a la muchedumbre, garantizáncioles pan y justicia. Feliz invención, de briosa, y sutil ironí, esta del bilingüismo de Ferrer: hace, de él el representante de la política, de la doblez y del mentir del político.
Entre las frases castellanas que Manzoni pone en boca de Ferrer hay una Aquí está el busilis, ¡Dios nos valga!, esto es, para Ferrer, el problema de cómo librarse de la muchedumbre, que, bien dispuesta con respectos, él, estaba furiosa con el vicario de la provisión, a quien Ferrer había ido a salvar del linchamiento que el gentío alegremente anhelaba (el tal vicario de la provisión -como quien dice ministro o conseiero de abastos- era hijo de aquel senador Melzi, cuyos dolores de estómago fueron atribuidos a una criada de la familia, condenada a la hoguera por bruja: he narrado su historia, en ese librito que se titula La bruja y el capitán). "El busilis", pues, y para mí, aquí y ahora, es el que me plantea Manzoni con su lectura de Don Quijote, "El busilis" de una palabra que dice haber hallado en el libro y que yo no consigo encontrar, ni la encuentran los amigos a quienes he hablado de ella y que conocen mejor que yo la literatura española Y la obra de Cervantes, y es -caso borgesiano- la palabra mafia.
Es preciso explicar primero que, mientras leía el Quijjote, a Manzoni se le ocurrió la idea de anotar las palabras y expresiones que en su opinión habían pasado al dialecto milanés y que sobrevivían en él. Hizo una larga lista, que envió después a Cesare Cantù, acompañada de esta carta: "He entregado a Lorenzo Litta, para que se las transmita, las palabras y frases que he recogido en el don Quijote (sic.). Algunas, como finca, papeletta, adeal, borador y parecidas de oficina (quería decir, creo, burocráticas), así como tomates, meregia, stacehetta, tanteo, balandra, nos habrán sido transmitidas directamente por los amos; otras, probablemente, son de fondo común de las lenguas latinas. Es notable el tejar en el sentido de haber terminado de crecer. Sírvase de ellas como guste". Y Cantù, en efecto, se sirvió. En su libro de recuerdos manzonianos dice: "Apreciaba enormemente a Cervantes, y en su obra maestra de sentimiento, de buen sentido, de alegría, anotó las frases que son idénticas y aún están vivas en el habla milanesa. Una lista que me entregó la incluí en Milán y su territorio. Pero no toda la lista, que se encuentra íntegra en cambio en las Conversaciones con Manzoni, de Gluseppe Borri. Son palabras y, frases divididas en tres grupos, y en el primero es donde se halla la palabra mafia, que, según Manzoni, tenía aún en el dialecto milanés el significado de astucia, malicia.
Significado mucho más cercano al que hoy tiene la palabra mientras que de éste se aleja el significado que, a finales del siglo pasado, le asignaba Giuseppe Pitrè en el dialecto siciliano: mafia, como sinónimo de belleza, de orgullo, de soberbia.
Pero yo he leído el Quijote, con años de intervalo, en las traducciones Italianas de Giannini, Carlesi y Bodini (y la que más me gusta es la de Carlesi), y lo leí una vez en español, en la edición de Angel Valbuena Prat. En 1956, año en el que, en mi primer viaje a España, compré el libro. Pero ni en el original ni en las traducciones recuerdo haberme topado con la palabra anotada por Manzoni. Recientemente me he dedicado a buscarla en la edición española, que con toda probabilidad es la misma que manejó Manzoni: la ilustrada, publicada en Madrid en seis pequeños volúmenes, "en la imprenta real", en 1797. En vano. Es como si la palabra, obedeciendo a su significado de hoy, se hubiera escondido, mimetizado, imposible de encontrar. Contumaz, en rebeldía, por decirlo en lenguaje policiaco y judicial. No me cabe la menor duda de que Manzoni la encontró en el Quijote: era hombre muy cuidadoso, concreto, escrupuloso. Pero ¿en qué momento del libro de Cervantes, en qué anfractuosidad, en qué pliegues se esconde?
Y eso no es todo: el misterio se acrecienta si se considera que no consigo encontrar la palabra ni en los diccionarios españoles, que deberían registrarla, aunque sólo sea porque la usó Cervants, ni en los diccionarios del dialecto milanés, de los que se sirvió ampliamente Manzoni para conquistar su límpido italiano. Y hasta ahora tampoco he encontrado ningún milanés que recuerde la palabra como perteneciente al dialecto urbano y, lombardo: todos la conocen como importada de Sicilia (mientras que en un diccionario del dialecto siciliano aparece, bastante cómicamente, como importada a Sicilia de otras regiones de Italia, y por lo demás, también Buscetta segura que los mafiosos nunca han usado la palabra para designar su asociación). Un misterio, come, corresponde a esa misteriosísima cosa que es la Mafia. Quién sabe qué cuento habría podido escribir Borges sobre esta palabra que se ha volatilizado, se ha, desvanecido en el aire, el Quijote, en los diccionarios españoles y milaneses, y sólo ha perdurado como testimonio de que ex¡stió en Cervantes, en la lengua española, en el dialecto milanés, en una lista que del autógrafo manzoniano copió, en diciembre de 1843, Giuseppe Borri (a_menos que, al leer en El PAIS esta nota mía un sagaz v amable lector puede resolver el busilis, señalar el pasaje del Qujote donde se encuentra la palabra).
Traducción: Esther Benítez.
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