Un atracador se lleva de rehén al cajero de un banco antes de la apertura de la caja fuerte
Tomás Castañeda, de 50 años, cajero de una sucursal del Banco Guipuzcoano de Madrid, estuvo ayer durante dos horas en manos de un atracador que momentos antes había intentado desvalijar la caja de la oficina bancaria donde trabaja desde hace 30 años. Tras un disparo fortuito, y ante la llegada de la policía, el atracador huyó, llevándose a Castañeda en el coche de éste y sin haber conseguido ningún botín. Después de dos horas de secuestro, el cajero regresó a su puesto de trabajo.
Tomás Castañeda llegó al banco, situado en la calle de Arturo Soria 316, en Pinar de Chamartín, hacia las ocho de la mañana, como es habitual. Dentro ya estaba, desde unos minutos antes, el director de la sucursal, Julio García. Cada uno posee una de las dos llaves necesarias para abrir la caja de seguridad.Cuando Castañeda empujaba la primera puerta, que da paso a la esclusa y a la segunda puerta, se abalanzó sobre él un hombre de alrededor de 40 años y 1,65 metros de estatura, con abrigo beis, botas camperas y perfectamente camuflado: una llamativa peluca canosa, bigotes blancos también postizos y gafas de sol. Amenazándole con un arma que, precisó, era "una pistola de la República", el atracador obligó a Castañeda a entrar en la oficina.
El delincuente maniató al director y se llevó al cajero al recinto de la caja de seguridad, donde tuvieron que esperar la apertura retardada. Los dos empleados trataron sin éxito de convencer a su agresor de que lo probable era que alguno de los empleados que faltaban hubiera avisado ya a la policía, lo que efectivamente había ocurrido.
Al advertir que la policía estaba en la puerta del banco, el agresor montó el arma que llevaba y ésta se disparó, con una trayectoria que pasó a pocos centímetros de Tomás Castañeda sin herirle.
A continuación, ordenó al cajero que le dijera a la policía que se retirase, y se dirigió, parapetándose en Castañeda, hacia el coche de éste, un Renault 9. Después de obligar a subirse a su rehén, emprendió la huida, siempre conduciendo "con moderación y muy tranquilo", y manteniendo la pistola muy cerca de la mano, según relató el cajero.
"Nada de héroes"
Tomás Castañeda reprochó a su captor los daños que producían estas acciones a los trabajadores, a lo que él contestó que no lo hacía "por vicio", sino porque la vida le había llevado a eso, no le daban trabajo y había salido hacía un mes de la cárcel.Después de dar vueltas cerca de dos horas por Madrid, el atracador abandonó finalmente a Tomás Castañeda en la localidad de Coslada, hacia las 10 de la mañana. El cajero telefoneó y regresó a la entidad bancaria, desde donde se dirigió, con el director y la policía, a denunciar los hechos. Cerca de las 14.30, ambos regresaron al banco.
Tomás Castañeda, un hombre de aspecto cuidado y barba canosa, fumador en pipa, que aparecía todavía ligeramente pálido por la impresión recibida, ha sufrido seis atracos y ha estado amenazado de muerte en otro de los cuatro atracos que ha tenido la entidad. En esa ocasión, la llegada de la policía interrumpió también la marcha de los acontecimientos, y en medio de un tiroteo, uno de los atracadores preguntó a los demás si le mataban o no. "Afortunadamente, prevaleció la sensatez", recordaba el director de la sucursal".
Los otros empleados de la entidad, que tienen en su haber entre seis y siete experiencias de este tipo, tenían muy claro que "de héroes, nada". "Ya es bastante heroicidad llegar a fin de mes con lo que nos pagan". Algunos se quejaban ayer del deterioro progresivo de sus funciones a causa de las medidas de seguridad que tienen que aplicar. "Somos trabajadores de banca, no policías; pero la patronal quiere las dos cosas por el mismo precio".
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