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El tribunal francés rechazó cualquier atenuante para Abdalá

Lluís Bassets

Georges Ibrahim Abdalá fue condenado ayer a cadena perpetua, como culpable de complicidad en tres asesinatos, uno de ellos en grado de tentativa, por un tribunal especial. Los asesinatos por los que fue juzgado son los de los diplomáticos Yacov Barsimentov y Charles Ray, israelí y norteamericano, respectivamente, y el asesinato frustrado de Robert Homme, diplomático, también norteamericano. El tribunal consideró que Abdalá era culpable y que no existían atenuantes.

La sentencia cerró una semana de duchas turcas para la opinión pública francesa. Nadie esperaba ayer que el tribunal especial se inclinara por la máxima dureza en su decisión.Entre la posibilidad de una condena suave, que hubiera permitido la liberación y posterior expulsión de Abdalá a finales de este año, tal como pedía el fiscal, y la cadena perpetua, existía todavía una franja de posibilidades que permitía demostrar la independencia de la justicia sin cerrar la perspectiva de liberación de Abdalá dentro de pocos años.Los jueces se han decidido por la máxima dureza, a pesar de los esfuerzos desarrollados por el Gobierno para conseguir desembarazarse de este preso incómodo, cuya presencia suscita las iras de los grupos terroristas de Oriente Próximo y pone en peligro las vidas de los rehenes franceses en Líbano.

Abdalá deberá cumplir 15 años de prisión, en el mejor de los casos, y sólo la gracia presidencial podría evitar tan larga reclusión.

Para multitud de observadores, la labor del Gobierno en el proceso ha sido minuciosa. El ministro de Justicia fijó un plazo, el mes de febrero, que coincide sorprendentemente con el ultimátum de los terroristas contra Francia, que termina hoy mismo, 1 de marzo.

Como resultado de este plazo tan corto, la información sobre el caso no ha sido lo extensa y completa que sería de desear. Numerosos testigos no se han presentado a juicio. Un alto funcionario de policía ha asegurado que Abdalá es tan sólo "un jefecillo mediocre'". "El Gobierno se ha dedicado a vaciar la carpeta de cargos contra Abdalá", aseguraban fuentes próximas a la acusación.

Paralelamente, el Gobierno ha mantenido el tipo en sus declaraciones sobre el terrorismo, persistiendo en sus mensajes de inflexibilidad y de defensa del Estado de derecho.

El Gobierno conservador de Jacques Chirac, que ha desarrollado negociaciones principalmente con Siria y Argelia sobre la liberación de Abdalá, en continuidad con las desarrolladas por los socialistas con motivo del secuestro de Gilles Peyrolles, podrá intentar salvar la cara ante sus interlocutores asegurando que ha hecho todo lo posible para conseguir una pena leve y la consiguiente liberación del preso. Pero nadie duda en París de que la independencia de la justicia francesa puede cobrarse a partir de ahora un alto precio en nuevos atentados.

Alerta máxima

El despliegue de fuerzas políciales y los controles callejeros ayer en París revelaban que el Gobierno ha decretado una alerta máxima para la eventualidad de nuevas acciones terroristas.

El propio defensor de Abdalá lo dejó entender claramente. "Esta sentencia es una declaración de guerra contra los militantes árabes", dijo al terminar el juicio Jacques Vergés.

Vergés aseguró que Abdalá había recibido la notificación de la sentencia con una sonrisa en los labios. "Esta decisión tan valiente puede producir reacciones violentas, pero no se puede mantener un doble discurso sobre el terrorismo", afirmó el acusador particular Georges Kiejman.

Kiejman se manifestó sorprendido por la sentencia, y aseguró que era "una confirmación de la total independencia de los jueces franceses".

El auténtico desairado de este juicio es el fiscal Pierre Baechlin, ex fiscal de la Corte de Seguridad del Estado, una antigua jurisdicción suprimida por los socialistas, que tiene fama de jurista riguroso e incorruptible.

El viernes, al terminar su requisitoria, algunos dicen que percibieron lágrimas de dolor y de vergüenza en sus ojos. Bachelin, en su requisitoria del viernes, atacó a la acusación particular y pidió al tribunal mucha prudencia.

Recordó los rehenes franceses, recordó las bombas que estallaron en Francia en el otoño y en la primavera de 1986, y terminó pidiendo menos de 10 años de prisión para el acusado Georges Ibrahim Abdalá.

Dentro de la desgracia, Bachelin supo interpretar su difícil papel con una dignidad fuera de lo corriente. "Con la muerte en el alma", dijo antes de solicitar la leve condena.

En ningún momento Bachelin escondió las razones de su extraña requisitoria: la razón de Estado, los intereses particulares de Francia, el miedo a una nueva ola de atentados, e insinuó las presiones que pesaban sobre él.

Para la oposición socialista, la intervención de Bachelin fue la demostración de que existía un. pacto secreto con los terroristas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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