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Juan Pablo II se reconcilia con los jesuitas

Juan Arias

Juan Pablo II ha decidido reconciliarse con la Compañía de Jesús. Y lo va a hacer con un gesto espectacular, invitando, según noticias recibidas por este corresponsal, al superior general de los jesuitas, padre Peter Hans Kolvenbach, a predicarle este año los ejercicios espirituales a él y a toda la curia romana, del 8 al 15 de marzo. Con este gesto, el papa Wojtyla, que nunca ha tenido relaciones idílicas con los hijos de san Ignacio y de quien es bien conocida su oposición a las ideas del anterior general, padre Pedro Arrupe -quien sigue, a dos pasos del Vaticano, apagándose como una vela en el silencio de su profunda espiritualidad-, quiere reaniadar el interrumpido diálogo con la Compañía de Jesús.

El hecho de escoger a Kolvenbach para que le predique los ejercicios espirituales no sólo significa deponer en él su total confianza, sino que con dicho gesto el papa Wojtyla envía al mismo tiempo un mensaje muy significativo a toda la Compañía de Jesús.Baste recordar que cuando el padre Arrupe fue constreñido a dimitir por motivos de salud, el papa Wojtyla no aceptó que fuese superior vicario, como le hubiese correspondido, el primer consejero, el norteamericano padre Vincent O'Keefe, y nombró dos comisarios en las personas de los jesuitas italianos Paolo Dezza y Giuseppe Pittau. El primero, un hombre anciano de gran prestigio, y el segundo, un sardo joven a quien Juan Pablo II designaba prácticamente como su delfín.

Pero aquel gesto del papa Wojtyla hirió a la Compañía de Jesús, la cual obedeció, pero al mismo tiempo, cuando llegó la hora de las elecciones en el nuevo capítulo general, no tuvo en cuenta las indicaciones del Papa y no sólo no nombró general a Pittau, sino que ni siquiera salió elegido como consejero general por el capítulo. Sólo más tarde lo eligió personalmente el nuevo padre general.

Además, la elección del nuevo general tuvo lugar mientras Juan Pablo II estaba de viaje. Cuando los periodistas que viajaban con él le preguntaron qué pensaba del nuevo superior jesuita, el papa Woityla se limitó a decir: "No, lo conozco". Y cuando EL PAÍS en Roma preguntó a un jesuita de Radio Vaticana su opinión sobre el nuevo elegido, su respuesta, significativa, fue: "Está muy preparado. Sabe casi todas las lenguas, menos el polaco".

En la Compañía se ha dicho desde el primer día que el padre Kolvenbach, de 58 años, un holandés que vivió buena parte de su vida en Beirut, un gran orientalista, ha seguido fielmente la línea de apertura y conciliar del padre Arrupe.

Fino oriental

Quien lo conoce de cerca llega a decir que en realidad el padre Arrupe era, en el buen sentido de la palabra, más papista que su sucesor, en el sentido de que el padre Arrupe luchaba pero cuando el Papa decidía se arrodillaba ante él, obedeciendo, según las antiguas normas ignacianas, "como un cadáver". Al revés, el padre Kolvenbach es un oriental muy fino, más diplomático en la forma y con una gran capacidad de mediación. Dicen que es capaz de escurrirse "como una anguila" cuando se trata de salirse con la suya.Durante el viaje último del papa Wojtyla a Francia, entregó al padre Kolvenbach en Parayle-Monial una carta curiosa en la que le pedía que la Compañía de Jesús se tenía que empeñar más en propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y las prácticas tradicionales de dicha devoción, como la llamada Hora Santa y los primeros viernes del mes. Los jesuitas aseguran que el padre Kolvenbach tomó aquella carta más bien como un deseo personal de la devoción privada del Papa polaco, sin darle mayor importancia. Y cuando el Papa, entregándosela ante las cámaras de televisión, le dijo que se trataba de algo muy serio, el padre Kolvenbach le respondió, a la oriental, que la aceptaba "con todo el corazón".

No se sabe en realidad si la habilidad del nuevo general Jesuita -un hombre austerísimo, que en Roma va siempre a pie o en autobús, que hace yoga y es vegetariano- ha ido conquistando poco a poco al papa Wojtyla o bien si Juan Pablo II quiere, con su gesto de pedirle que le predique los ejercicios espirituales a él y a la Curia, zanjar un contencioso entre él y la Compañía que duraba demasiado.

Otros piensan que el papa Wojtyla, como buen político, se ha dado cuenta de que hoy más que nunca necesita de los jesuitas para dos de sus misiones más queridas y acariciadas: sus viajes a Rusia y a China. Se trata, en efecto, de dos puntos calientes, donde el Vaticano difícilmente podría abrirse camino sin la mediación y la ayuda de la Compañía de Jesús.

De cualquier modo, el hecho de predicar los ejercicios espirituales para el Papa y para toda la Curia le confiere un gran prestigio, también personal, al padre Kolvenbach. El mismo que le había dado al entonces arzobispo de Cracovia Karol Woityla cuando el papa Pablo VI le invitó a predicarle un año dichos ejercicios. Hay quien asegura que aquella decisión del papa Montini significó un punto decisivo en la biografía del joven cardenal Wojtyla a la hora de buscar un sucesor a Juan Pablo I en el secreto del cónclave.

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