'Guau'
Creo que ni Lady Di, con el entrenamiento que lleva, le llega a la altura de la zapatilla a la señora de Hernández Mancha en cuanto a cualidades idóneas para ocupar algún día el cargo de primera dama. Porque lo de Di y otras ladies es natural tan sólo en parte, y únicamente gracias a un riguroso proceso de descerebración, impartido vigorosamente en cursillos acelerados, podrán alcanzar la vaciedad imprescindible y ornamental de toda first lady que se precie.En cambio, Belén Martínez es una autodidacta, que todo lo ha desaprendido por sí misma. Haciendo de perro, por ejemplo, cuando siendo niña acompañaba a su padre de cacería, a cuatro patas y con la lengua fuera. Por fortuna se le pasó la afición, porque de seguirle plantearía un serio problema a los modistas a la hora de probarle las galas placidas presidenciales, amén de ponerle el loden perdido a su probo esposo cuando, en zalamero arranque, tratara de toquetearle con las patucas, lamiéndole jubilosamente la insignia de AP de la solapa.
Sin embargo, algo de aquella época feliz en que triscaba con sana alegría por los montes con el belfo en babas ha podido quedarle, y no digo yo que sea para mal. En esa hipotética Moncloa ocupada por Cerebrino Mandri y su esposa desaparecería la tremenda bodeguiya -con su asombrosa mezcla de mosaicos, mobiliario tipo Los Colby en rebajas y cortinas de reportaje en el Diez Minutos- que tienen instalada sus actuales inquilinos y en su lugar se habilitaría, quizás, una espaciosa perrera en donde reuniríanse los más prodigiosos ejemplares de la derecha: desde el mastín en desuso tipo Fraga Iribarne hasta el hush puppie modelo Segurado, el afgano Verstrynge o el bull-dog Olarra, sin olvidar a la querida poodIe Tocino con sus crías en una cestita.
Todo presidido por la presidenta perdiguera, cuya afición a masticar permanentemente cubitos de hielo tal vez no sea más que una forma de engañar el deseo de lanzarse a los tobillos del contrario para inmovilizarle a dentelladas.
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