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La politización de los militares dificulta la andadura democrática en Filipinas

La popularidad de que continúa gozando la presidenta Corazón Cory Aquino y la politización de las fuerzas armadas son los dos factores más importantes en la escena política de Filipinas, en vísperas del primer aniversario de la caída de Ferdinand Marcos, que se cumple el próximo día 25. En este año de Gobierno democrático la intromisión de los militares en los asuntos políticos ha sido el principal escollo para la normalización del proceso.

Nadie ignora en Filipinas que la revolución popular de febrero de 1986, que concluyó con la llegada al poder de Cory Aquino, habría sido probablemente imposible, o cuando menos se hubiera retrasado, sin la actuación militar de grupo de jóvenes oficiales reformistas que se rebelaron contra Marcos, junto al entonces ministro de Defensa Juan Ponce Enrile, el viernes 21 de febrero de 1986. La rebelión de los militares sirvió de detonante para el poder popular, que aglutinaba a los seguidores de Cory Aquino, que llevaban ya dos semanas protestando, sin éxito por el fraude electoral de los comicios presidenciales del 7 de febrero de 1986, en los que se enfrentaron Marcos y Aquino.Pero la politización de las fuerzas armadas filipinas originó divisiones entre sus cerca de 200.000 efectivos. Como consecuencia, el primer año de Gobierno democrático de la presidenta Cory Aquino ha estado jalonado por varias intentonas golpistas.

Primero fue la minirrevuelta militar de los días 6 y 7 de julio Un grupo de militares ocupó el hotel Manila y el entonces vicepresidente Arturo Tolentino se proclamó presidente de Filipinas. El suceso acabó sin grandes incidentes y con la amonestación paternalista del general Fidel Ramos, actual jefe del Alto Estado Mayor, a los amotinados -unos 200 soldados, varios oficiales y generales retirados- La presidenta Aquino también se mostró magnánima con los rebeldes, en pro de la reconciliación nacional

Durante todo el verano y el otoño se sucedió en Manila una cadena de rumores de golpes militares, casi siempre acompañados de las promesas del ex presidente Marcos de regresar a Filipinas desde su actual exilio dorado de Honolulú, en la isla estadounidense de Hawai.

El golpista Enrile

Fue en noviembre cuando la politización de los militares se tradujo en una nueva intentona, en cabezada, una vez más, por Enrile -que seguía siendo ministro de Defensa- y alguno de sus fieles seguidores. Destacó entre éstos, el joven coronel Gregorio Gringo Honasan, muy popular entre los filipinos por su protagonismo en el golpe democrático de febrero del pasado año contra la dictadura de Marcos. Aquino cortó una vez más el intento de golpe con la destitución del polémico ministro de Defensa.Las principales diferencias entre los militares y el Gobierno en las maniobras golpistas de no noviembre se centraban en torno a las propuestas gubernamentales de pactar un alto el fuego con la activa guerrilla comunista del Nuevo Ejército Popular (NEP) con vistas a iniciar unas negociaciones de paz. Se acordó un alto el fuego por 60 días, que entró en vigor el 10 de diciembre de 1986, a regañadientes de varios militares, partidarios de potenciar la acción bélica contra la guerrilla por encima de la negociación.

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Cuando faltaban 10 días para la celebración del referéndum constitucional, previsto para el pasado 2 de febrero, salió a la luz un nuevo intento involucionista en el que los militares filipinos, o al menos una fracción, tenían otra vez un protagonismo clave.

Los filipinos se despertaron en la mañana del martes 27 de enero con el anuncio de la ocupación militar del canal 7 de la televisión filipina, más las noticias contradictorias de intentos de ocupación de una base aérea en los alrededores de Manila. Tres días de negociaciones y de anuncios de inminente llegada a Filipinas del ex presidente Marcos pusieron en duda la capacidad de control del poder civil sobre el militar en Manila.

Finalmente, los 300 soldados y unos 50 civiles pro Marcos que ocupaban la emisora se rindieron. Aquino dio un giro significativo tras ese tercer intento golpista, al anunciar, y aplicar, las leyes a los autores de lo que se considera en Manila como el último pulso de los leales de Marcos contra el régimen democrático.

No obstante, hay varios factores que ponen en duda el que se haya cerrado realmente el ciclo de tensión entre militares y civiles en Filipinas, aunque las fórmulas parecen adoptar nuevos caminos, en una polémica centrada sobre todo en las fórmulas para combatir a la guerrilla.

En este sentido resultó significativo que, en los cuarteles, el 40% de los militares votara no a la nueva Constitución (contra sólo el 22% entre los civiles que dijeron también no). "Es un no significativo", comentó un joven oficial vinculado al Movimiento Reformista que parece marcar la orientación política, e intervencionista, de los militares en los asuntos filipinos.

El general Fidel Ramos y el ministro del Ejército, Rafael Ileto, restaron importancia al no de los cuarteles, destacando que, en contrapartida, el 60% votó por el sí en el referéndum del pasado 2 de este mes. Cory Aquino aplicó de nuevo su línea firme y ordenó que los militares tenían dos opciones: Aceptar la Constitución -aprobada con el 76% de los sufragios- o dimitir.

El pasado martes día 10 cuando los militares volvieron políticamente a la carga, con una reunión en el palacio de Malacañang de un grupo de unos 50 jóvenes oficiales reformistas con la presidenta Cory Aquino. Era la primera vez que la presidenta recibía a oficiales cuya graduación no superaba la de coronel y entre los que había varios capitanes.

"No marginaremos a los militares en nuestro programa de gobierno", dijo Aquino a los jóvenes oficiales, entre los que destacaba, una vez más, el popular Gringo Honasan y su equipo seguidor, denominado irónicamente en algunos diarios de Manila como los Ram-boy's (los chicos del Movimiento Reformista del Ejército), en claro juego de palabras con la imagen del héroe cinematográfico norteamericano Rambo. Este simbolismo ya fue esgrimido en noviembre por Juan Ponce Enrile, cuyo ayudante de campo, ya en su época de ministro con Marcos, era precisamente Gringo Honasan, y también en aquel 22 de febrero de 1986 que marcó el principio de la politización de los militares filipinos.

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