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Tribuna:DEBATE EN LA PUERTA DEL SOL
Tribuna
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Un lugar funcional

Enclave estratégico de la ciudad prácticamente desde que Madrid adquirió el rango de corte y, por tanto, lugar donde lo funcional, lo pintoresco y lo áulico se superponen, la Puerta del Sol es uno de los emplazamientos con mayor significación emblemática de la capital, esa extraña urbe donde se han mezclado tantas características contradictorias.Al margen de los múltiples incidentes urbanísticos de su historia, la imagen definitiva de esta plaza se configuró a partir de la reforma que allí realizó, en 1862, Lucio del Valle, siguiendo los criterios del nuevo urbanismo burgués, aunque, eso sí, adaptando las ínfulas de la burguesía francesa del Segundo Imperio a la mentalidad castiza y aldeana de la pequeña burguesía madrileña, también reflejada en Mesonero Romanos, Antonio Flores, Galdós y, cómo no, en la zarzuela.

Prácticamente desde entonces, salvo las adaptaciones puntuales a los problemas de circulación que la afectaron siempre como estación fundamental del transporte urbano, la Puerta del Sol no sufrió ya más cambios que los que introdujo en ella, hace unos 30 años, Herrero Palacios para facilitar el paso masivo de vehículos.

La progresiva degradación de su aspecto, y la voluntad municipal de regular el imperio absoluto que ejercía sobre todo este centro histórico de Madrid la circulación rodada, llevaron a plantear la actual reforma, cuyo planteamiento, desde el punto de vista de funcionalidad y estética urbanísticas, es impecable.

Más fluidez

En primer lugar, dado que no se podía suprimir el tránsito de automóviles en esta zona neurálgica, había que dar fluidez a la plaza como cauce confluyente, reventando su anterior carácter de embolsamiento estrangulado, que era en lo que se convirtió con el crecimiento espectacular de los coches el round about diseñado por Herrero Palacios; en segundo lugar, había que crear una nueva plataforma peatonal en el lado norte de la plaza, donde, además, pudieran disponerse de forma racional y homogénea los diversos elementos del mobiliario urbano, antes caótico y disperso; y en tercer y último lugar, había que realzar, con ejes verticales visualmente pronunciados, el punto de encuentro tangencial de las dos amplias calzadas lineales de circulación, solución obligada para señalar en la perspectiva urbana la presencia emblemática de una plaza.

Tras el brillante estudio de Arturo Soria Puig, especialista en temas de circulación urbana, no creo que se pudiera adoptar otra solución más satisfactoria que la empleada por Antonio Riviere y Javier Ortega, que han aportado con su proyecto elementos de claridad y economía notables.

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El eficaz pragmatismo de este diseño no está, por otra parte, sólo en la superficie, sino que afecta también al vestíbulo subterráneo que ahora unifica el caos anterior de túneles y bocas de metro.

Por lo demás, las polémicas habidas respecto al mobiliario urbano ahora diseñado, con las farolas monumentales rememorando obeliscos, las otras farolas dotadas de sobrios vástagos con caperuza luminosa que tienen el aspecto de cerillas pop, las fuentes, los quioscos, las marquesinas, etcétera que alteran el aire isabelino castizo y decimonónico de la plaza, se puede decir que es casi una imposición de la nueva configuración y que se suma, sin daño especial, a ese exótico conglomerado de mundos diversos que define la fisonomía de Madrid. En definitiva, se ha higienizado racionalmente la Puerta del Sol, que ahora resplandece con una luminosidad que también cuadra con su nombre.

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