Lidia Anelli Sbaraglini,

una italiana amante de los animales que disfrutaba de un permiso especial para dar de comer a los 50 gatos que se pasean por los jardines de la residencia del papa Juan Pablo II, ha visto retirado su permiso y ha llevado el asunto a los tribunales de Roma, presentando una denuncia judicial basándose en el artículo 727 del Código Penal, que condena los malos tratos a los animales. La denuncia se dirige contra los responsables del Governatorato de la Ciudad del Vaticano: el presidente, cardenal Sebastiano Baggio, y el vicepresidente del mismo, el ya legendario arzobispo Paul Marcinkus, responsable del Instituto de Obras de la Religión, la banca del Papa, y famoso por sus avatares con los suicidados Roberto Calvi y Michele Sindona. Lidia Anelli asegura que ahora los 50 gatos vaticanos, ya macilentos, han sido prácticamente "condenados a muerte". Sin embargo, el problema radica en que, tratándose de un Estado soberano como lo es el Vaticano, los magistrados necesitan para proceder del permiso del ministro de Asuntos Exteriores italiano, Giulio Andreotti, gran amigo del Vaticano, quien, con el sentido el humor que le caracteriza, es de suponer que saldrá a flote del caso con alguna de sus genialidades.