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Ramón Díez

El realizador que ha televisado el fútbol desde Di Stéfano a Butragueño

Ramón Diez, de 65 años, es considerado por sus compañeros de profesión el mejor realizador de retransmisiones deportivas que ha pasado por TVE. Su idea, a mediados de los sesenta, de colocar una cámara a ras del suelo, pegada al ángulo derecho de la portería en un partido de fútbol, le permitió no sólo captar las más bellas imágenes televisadas de un gol, sino revolucionar los modos de la época. En Europa le imitaron. En España, los premios que obtuvo entonces se sumaron al medio centenar de galardones de su vida profesional. Díez se ha Jubilado hace dos semanas, con el España-Rumanía.

Nacido en 1921 en Cantabria, recorrió cada día, como cualquier niño rural, los cinco kilómetros que separan Requejo, su pueblo, de Reinosa, donde estaba el colegio de los padres menesianos. Con la guerra civil Reinosa cayó en zona republicana y los frailes salieron por pies". Movilizaron a su padre, y él, como hijo mayor, se hizo cargo de su familia. Entró de aprendiz en los astilleros, donde en aquellos años no faltaba el trabajo por la continua fabricación de armamento. Terminada la guerra, aprobó unas oposiciones y se convirtió en funcionario del Ministerio del Aire en la especialidad de artificiero-bombardero. En ese empleo estuvo 16 años, hasta que un amigo le llevó, en 1956, a los estudios de RTVE del paseo de La Habana de Madrid. "Fue una visita", recuerda, "que duró 30 años".Ramón Díez se quedó literalmente fascinado en aquellos estudios. "Me impresionó una técnica tan desconocida. Era como ver a un tío en la Luna". Y de inmediato se puso a disposición de los pioneros de TVE para "ayudar en lo que sea", mientras estudiaba por las noches todo lo que caía en sus manos sobre técnica televisiva. En tres años pasó de modesto ayudante de regidor a realizador del programa musical Gran parada. En 1963 obtuvo el Premio Nacional de Realización "y con los cinco mil duros que me dieron y otros tantos que tenía ahorrados, me fui a Nueva York". En Estados Unidos no aprendió técnicas de realización realmente nuevas, pero sí "cómo debían hacerse las cosas".

De vuelta a España, continuó al frente de los musicales, hasta que llegaron las unidades móviles y con ellas las retransmisiones deportivas. Recuerda su primer partido, un Real Madrid-Santander que no olvidará nunca, primero, porque fue su bautismo de fuego, pero también porque perdió su equipo, el Rácing. Para ese encuentro desmontaron dos cámaras del estudio, las trasladaron al Bernabéu y las volvieron a montar en el estadio. Después, con más me dios, llegó su gran partido: un España-Irlanda. Disponían de siete cámaras; colocaron seis y con la otra hicieron un experimento: la fijaron en uno de los ángulos de una portería, pegada a la red y a ras del suelo. Durante el primer tiempo no pasó nada. Pero tras el descanso, en el minuto 25, Pirri lanzó un trallazo como consecuencia de una falta, un libre directo; traspasó la barrera, burló al portero y se coló hasta estrellarse en el objetivo de la cámara. Nunca; en la historia de la televisión, se ofrecieron unas imágenes como aquéllas. Pero Diez no sólo retransmitía fútbol. También recuerda el primer partido entre un equipo español de baloncesto, el Real Madrid, y un equipo soviético, el TSK de Moscú. El demostrar a los telespectadores que los rusos, contra lo que se creía, no tenían cuernos ni rabo "fue todo un acontecimiento". De entonces acá, este veterano realizador ha hecho posibles "algo más de 4.000 horas de televisión".

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