La cultura gobernante
Existen todavía dificultades para que intelectuales y partidos progresistas acepten el destino meramente retórico que aguarda a los regímenes democráticos sometidos a la manipulación sofisticada de las industrias culturales, especialmente las audiovisuales, sobre sus ciudadanos. El que sea una sola industria cultural -la estadounidense- la que gobierna subrepticiamente la opinión y comprensión pública, y esto más intensamente en la crisis, es un fenómeno verificable, almenos socioeconómicamente. Por ello resulta desconsolador que desde instancias políticas progresistas se pretenda hacer frente a la colonización interviniendo culturalmente a favor de unas mercancías -películas- cuyo efecto último es el de espantar a los espectadores patrios. Nos guste o no, nuestra demanda es manipulada por una lógica no elegida tan libremente como lo son los gestores públicos. En consecuencia, para recuperar la confianza de las mayorías es preciso ofrecer un cine que sea comercial, que cumpla con las características estándar que dicta la producción estadounidense, que sea realmente mayoritario. 'De este modo se conseguiría convencer al público de que existe competitividad de su propia cultura cinematográfica en aquellas parcelas del mercado que reflejan los gustos populares, a la vez que se iniciaría la rentabilización de la estructura económicadel sector audiovisual. Suficientemente cumplimentada esta primera fase de la estrategia -sin que sea necesario rebajar ostensiblemente los niveles medios de calidad, como lo prueban los casos de García Berlanga y García Sánchez, por ejemplo -, es cuando adquiere sentido destinar recursos públicos a la promoción de un cine más propio y ambicioso. De otro modo, se da la paradoja de que gestores progresistas favorecen la consolidación de un sistema sociocultural elitista, puesto que los filmes promocionados sólo convencen de la solvencia de nuestra cultura cinematográfica a quien ya está bien convencido.- Licenciado en Económicas.
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