Filme irrepetible
Hay filmes irrepetibles, que no pueden prolongarse con secuelas. No únicamente porque el héroe muere, sino porque su muerte cierra un poema que no admite más apaños métricos.Eso lo descubrieron quienes quisieron aprovechar el éxito comercial de King-Kong (inventándole una dudosa sucesión familiar) o quienes quisieron resucitarlo en color y cinemascope.
En el enorme pecho de King-Kong resuenan angustias profundas, tabúes edípicos, insalvables miserias cotidianas. La muralla que encierra a King-Kong marca dos mundos enfrentados, territorios incompatibles.
El drama surge cuando la gran bestia es obligada a traspasarla. Hay en el filme unos valiosos apuntes sobre lo genuino de cada cultura, sobre la explotación -a través de la metáfora del circo-, sobre el propio cine.
Surgida del crack de 1929, la figura de King-Kong no hace otra cosa que reflejar -en un aullido sin palabras en el que, por eso mismo, caben todas- temores colectivos.
Hay, además, una inmensa ternura. No deja de ser curioso que una de las miradas más legibles del cine sea la de un monigote monumental. Agente de una catástrofe, enamorado homicida, King-Kong consigue, a pesar de todo eso, ser amado porque su tragedia es la de todos.
King-Kong se emite hoy, a las 16.05 horas, por TVE-1.
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