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Roma, enferma de contaminación

La magistratura ha decidido intervenir ante el alto grado de polución existente en la capital italiana

Juan Arias

Roma está enferma de polución. Más enferma que la misma Nueva York, donde resulta que hay menos anhídrido sulfuroso que en la Ciudad Santa. Tan enferma que la propia magistratura ha tomado cartas en el asunto. Han sido los jueces quienes, tras las denuncias de los diarios Il Messaggero y La Repubblica y la movilización de los romanos, decidieron, en las últimas semanas, que se mida el índice de productos venenosos que se respira en el centro de esta capital, que ha sido parangonada, en cuanto a caos de tráfico, con la misma Beirut.

El Gobierno italiano está a punto de aprobar un decreto para combatir la contaminación. En las últimas horas se había temido -o deseado, según los casos- que los jueces prohibiesen por una orden ministerial -hecha cumplir por la fuerza pública- el tráfico desde las murallas aurelianas hasta el mismísimo Parlamento. El gran acusado es el Ayuntamiento, encabezado por el alcalde, el democristiano Nicola Signorello, quien hace un año destronó en el cargo al comunista Ugo Vettere. Los resultados de las mediciones científicas de la contaminación atmosférica del centro de Roma han sido impresionantes, ya que desbordan todos los niveles permitidos en Europa. De ahí que se haya sentido obligada a intervenir la misma magistratura.

Máscaras antigás

Mientras tanto, los guardias de circulación han salido a la calle, como protesta -pero también como defensa personal-, con máscaras contra la contaminación, a pesar de que les había sido prohibido. Ellos se han defendido con datos en la mano: desde 1980 hasta hoy han resultado muertos en la capital italiana 72 guardias urbanos por enfermedades debidas a su trabajo, y de ellos, 23 de cáncer de pulmón. En unos estudios recientes se advierte que los guardias urbanos constituyen en Roma la categoría laboral que sufre mayor número de enfermedades de las vías respiratorias.El Ayuntamiento, que se siente acosado, se encuentra en reunión permanente, y podría entrar en crisis politica. Ahora es la misma población de la ciudad la que se está levantando en armas. Hay gente que se niega ya a ir a trabajar al centro de la capital, y ha aumentado enormemente el número de ciudadanos que corren a los médicos para hacerse análisis clínicos, cuyos resultados están asustando.

El problema no es sólo el tráfico, aunque es el mayor de los acusados, sino también los escapes de la calefacción. "El centro de Roma es una cámara de gas", han dicho los expertos del Centro de Investigación Científica. Y ayer, el director de Il Messaggero, Vittorio Emiliani, que fue uno de los primeros que salieron, semanas atrás, a la calle con su escoba a limpiar la ciudad, señaló en su editorial que una cosa es cierta: "Así no se puede continuar".

Emillani ha criticado la tentación de una intervención directa de la magistratura para cerrar "militarmente" el centro urbano al tráfico, ya que, según él, los jueces no pueden ni deben sustituir en una democracia al poder administrativo y político. Pero al mismo tiempo recuerda al Ayuntamiento romano que los ciudadanos han tomado conciencia de sus derechos, gracias también a la información dada por la Prensa, y que ya no están dispuestos a tolerar nuevos retrasos en esta materia.

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Como siempre en estos casos, la picaresca italiana ha sabido en seguida sacar partido al drama, y por las calles de Roma han surgido como hongos los vendedores de máscaras antigás que, al parecer, se están haciendo de oro.

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