La Prensa china, bajo 'libertad condicional'
La apertura se refleja en un mayor acceso a la información
El intérprete chino, al presentar al periodista una síntesis de la apertura en la Prensa de su país, uno de los nuevos fenómenos de la reforma china capitaneada por Deng Xiaoping, explica, no sin cierto orgullo: "Ahora ya podemos leer en los diarios noticias sobre un incendio, una explosión en una fábrica o un accidente en una mina". Desde finales del pasado mes de agosto, los directores de los diarios chinos tienen autoridad para determinar qué noticias o qué reportajes salen en sus publicaciones, aunque la propiedad y el control ideológico continúa bajo el dominio del partido comunista.
La Prensa sigue cumpliendo en China un papel de correa de transmisión entre las directrices del Partido Comunista Chino (PCCh) y su presentación ante los ciudadanos. En particular, a través de las páginas del periódico considerado como el boletín oficial del Estado, el Renmin Ribao o Diario del Pueblo, de difusión nacional, con más de cuatro millones de ejemplares. Otras publicaciones, como el Diario de los Campesinos, el Diario Económico o el Diario de los Trabajadores y, en lo ideológico, el semanario Bandera Roja, figuran entre los más influyentes.Si para muchos es ya un neto avance el que las noticias sobre incendios, accidentes o terremotos puedan leerse en la Prensa o verse en los telediarios, la afortunada minoría que habla inglés puede tener acceso a las noticias y comentarios del diario China Daily. Con 80.000 ejemplares de difusión e impresión simultánea en Pekín, Hong Kong, Londres, Nueva York y San Francisco, es considerado la ventana hacia el exterior de la política china, en especial de las ideas del número uno, Deng Xiaoping.
No todas las noticias que aparecen en China Daily tienen ya cabida en los diarios locales, pero a través de las revistas los ciudadanos comienzan a poder informarse sobre asuntos que hace tan sólo unos meses eran considerados tabúes, como la corrupción, la homosexualidad o la existencia de algunos casos de infanticidio -sobre todo de niñas- en un país con un rígido control de natalidad que impone un solo hijo por familia para intentar no superar la barrera de los 1.200 millones de chinos en el año 2000. Sin embargo, la apertura en la Prensa deja aún de lado asuntos espinosos, como la sucesión de Deng Xiaoping, de 82 años, "porque es sólo un tema de rumorología y no será noticia hasta que salga la decisión del comité central del partido", comenta el guía e intérprete.
En Pekín se espera cada día con gran interés la llegada de los diarios de Hong Kong, que, en sus ediciones en chino o en inglés, son considerados los portavoces de lo que realmente ocurre en China.
Para los corresponsales extranjeros, la asignación oficial de intérpretes, ayudantes y residencia en bloques de viviendas reservados -y controlados- para periodistas extranjeros y diplomáticos es, en cierta forma, una medida lo suficientemente eficaz como para sentirse constantemente bajo vigilancia.
"El acceso a la información directa es muy difícil", comenta el corresponsal de una agencia de noticias europea, cuya preocupación en estos primeros días de noviembre es saber cuál puede ser "el contenido exacto" de los rumores sobre el fallecimiento de Jiang Qing. La viuda de Mao Zedong fue encarcelada junto a los demás miembros de la banda de los cuatro por su instigación y participación en la revolución cultural que, entre 1966 y 1976, cerró prácticamente China a toda influencia exterior y tuvo efectos negativos para el desarrollo del país.
Zonas prohibidas
Los periodistas extranjeros deben contar, por otra parte, con permisos especiales -requisito que Estados Unidos aplica también a periodistas de países comunistas- para poder visitar ciertas zonas prohibidas de las muchas que aún quedan en China, a pesar de que las grandes ciudades son ya áreas abiertas al extranjero. Quien se salte la norma puede ser expulsado del país, como ocurrió el pasado mes de julio con el corresponsal del diario norteamericano The New York Times.En la televisión, comienzan a proliferar las series extranjeras, de gran aceptación. La publicidad presenta imágenes de productos japoneses o norteamericanos, y grupos de jóvenes aparecen en la tele jugando al fútbol, para concluir que "Coca-Cola es así". Y 30 millones de niños puede deleitarse en las tardes dominicales -desde el pasado 24 de octubre- con un programa semanal de Mickey Mouse y el Pato Donald.
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