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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Miseria tras el telón

EL HIMNO con el que Calviño ha abandonado su reino en Prado del Rey ha sido el de su éxito en la gestión económica. Como un lugar común en todas las conversaciones críticas sobre el Ente, la controversia se: detenía en un punto al parecer incuestionable: Calviño había saneado esa colosal sociedad anónima. El protagonista de esta supuesta gesta no ha ahorrado, declaraciones para afirmar que dejaba a la empresa en el lugar más alto de rentabilidad, acaso la rentabilidad más alta entre todas las rentabilidades empresariales del país. A, este propósito, sus cifras eran éstas: un presupuesto de 46.000 millones de pesetas para. 1987 y un ingreso previsto por publicidad cercano a. los 90.000 millones de pesetas. Como la televisión es sobre todo espectáculo, su ex director general, en. otros casos y también en éste, no ha ahorrado preparar números.La realidad, sin embargo, es más mortecina y desaliñada de lo que ha pretendido presentar Calviño al. final de su gestión. Ciertamente, RTVE ha presentado superávit financieros de 1.337 y 1.423 millones de pesetas en los dos últimos ejercicios, pese a haber prescindido de aportaciones estatales por valor de 7.000 millones desde 1984. Ésta es la cara feliz de la moneda. En su reverso se encuentra un análisis de gestión que redunda en Consecuencias tan graves como desdichadas.

En primer lugar, los superávit han sido posibles gracias a una mezquina política de inversiones y amortizaciones, tan mezquina como lo que da a entender que se emplearan tan sólo entre 60 y 400 millones a lo largo de las anualidades desde 1981 a 1984, o que se hayan establecido para 1987, con destino a inversiones, 476 millones de pesetas, lo que significa aproximadamente una centésima parte de¡ presupuesto. Con este criterio, mantenido a lo largo de la era calviñista, el resultado es una profunda descapitalización de la sociedad, hecho tanto más grave cuanto que su naturaleza tecnológica la obliga a una acelerada renovación de sus medios si desea preservar su competitividad en el mercado interior o internacional. Un detalle del abandono en que se ha tenido la actualización tecnológica lo proporciona el hecho de que apenas hasta hace unos meses seguían algunos corresponsales de TVE valiéndose de cámaras de cine y no de vídeo. Otro detalle es que nunca la sociedad se sometió a una auditoría externa capaz de dar publicidad a los términos de la administración que se acometía.

El grado de envejecimiento de material e instalaciones, que a primera vista se presume alto, es, por lo demás, una de las incógnitas que siguen poblando la colección de oscuridades en el Ente. De hecho, no existe un inventario riguroso de sus bienes y propiedades; en determinados casos, aunque consta la existencia de algo, no es posible determinar dónde se encuentra. La circunstancia podría extenderse, sin mediar demasiada exageración, a la plantilla. Se cuenta con más de 5.000 trabajadores fijos, que devengan un gasto superior al 50% de los costes de explotación. Esto es conocido. No pertenece sin embargo al conocimiento cuál es el grado del absentismo laboral, aunque cualquier visitante juraría que es muy alto. La adecuación de las capacidades a los puestos, las retribuciones a la productividad y las tareas a la asunción de responsabilidad ofrece un surtido panorama de despilfarros, arbitrariedades y despropósitos.

Valiéndose de su condición monopolística en el mercado publicitario de alcance nacional, la gestión de Calviño logró aumentar las tarifas y elevar de 51.000 a 78.000 millones los ingresos por este concepto en el último trienio. Ésta es una importante razón de sus espectaculares superávit de superficie. Pero otra es la reducción hasta niveles mínimos de la producción propia, sustituida por compras baratas en el mercado internacional; además de disfrutar de ayudas de hasta 1.400 millones de pesetas por parte del Estado en 1985 y de otras de comunidades autónomas, mediante acuerdos para la apertura de centros regionales en Andalucía o La Rioja.

Calviño, a quien en todo caso cabe reconocer la animación que procuraba a la vida político-social, se ha marchado con la justa fama de encajador, de facundo y de cabal transmisor gubernamental en circunstancias críticas. No está bien, sin embargo, que se vaya con el galardón de una gestión brillante. A su sucesora se le presenta una jungla de problemas económicos que tardará en algunos casos en averiguar, a falta de una contabilidad analítica, y que conocerá de súbito en otros, cuando se le desvencijen los fustes de un tinglado para el que no ha habido atención presupuestaria. Calviño cuidó la retórica del espectáculo inmediato. Tras el último decorado empieza la miseria.

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