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Rafael Barral Noales

Recaudador de impuestos acusado injustamente de robo, ha sido declarado inocente 18 años después

Rafael Barral Noales, el recaudador de impuestos del Ayuntamiento de Ciudad Real acusado de robo en 1968, lamenta, ahora que el Tribunal de Cuentas ha confirmado su honradez, las humillaciones, penurias e injusticias que ha soportado durante los últimos 18 años. Tenía 53 años cuando se le acusó de haberse apropiado de un millón de pesetas del fondo municipal; se le apartó de su trabajo y todos sus bienes fueron embargados. A los 71 años, ha recibido la sentencia absolutoria con tranquilidad, aunque con rabia, mientras dice: "Nadie sabe lo que es vivir con el cartel de ladrón colgado de la espalda".

"Yo sabía que ganaría el proceso", afirma Rafael Barral, con los ojos llorosos, las manos temblonas, mientras los sinsabores sufridos durante los últimos 18 años de su vida salen precipitadamente de sus labios. "El trato que he recibido ha sido injusto, inhumano. Directamente, nadie se dirigía a mí, pero sí me miraban con recelo, igual que a mis hijos. A dos de mis hijas, con 21 y 17 años, una señora se atrevió a decirles que su padre había robado en el Ayuntamiento. Entraron las dos llorando en casa. Si yo en aquel momento tengo una pistola, me voy a la calle y me busco la ruina".Nacido en Badajoz, llegó a Ciudad Real después de haber ejercido su profesión de recaudador durante 23 años en distintos lugares. "Yo aquí estaba muy bien relacionado con los compañeros y con todos los departamentos del Ayuntamiento. Para mi fue una sorpresa. No podía pensar en mi vida que eso pudiera ocurrirme". Lo que le ocurrió fue una pesadilla que ha durado 18 años de procesos judiciales -tres procedimientos contencioso-administrativos, otros tres penales y una querella criminal que fue sobreseída- y que ha terminado ahora, cuan do, en recurso de apelación, el Tribunal de Cuentas ha fallado definitivamente a su favor, de terminando que la desaparición de 969.692 pesetas de la liquidación del Ayuntamiento de Ciudad Real, correspondiente al primer semestre del ejercicio de 1968, fue el resultado "de un desajuste contable en el que incurrió la propia corporación".

"Ese día", recuerda Rafael Barral, "me enteré por casualidad de que el depositario andaba loco buscando un millón de pesetas que le faltaba. Yo le dije: no hay que asustarse. Eso es un mal apunte. Si fueran 30.000 o 40.000 pesetas, a cualquiera se nos pasa, pero eso no ocurre con un millón. Tú estáte tranquilo". Y tranquilidad fue lo que él mismo necesitó después, cuando se enteró de que se le responsabilizaba de la desaparición. Entonces y ahora, el recaudador piensa que esa acusación no tenía ningún fundamento. Rafael opina que se buscó una cabeza de turco y que fue objeto de una encerrona "porque al alcalde no le interesaba que saliera a relucir en la calle que había una mala administración en el Ayuntamiento".

En aquel momento, sus siete hijos estaban solteros y sólo tres tenían trabajo. La familia salió adelante con lo que estos últimos ganaban -la mayor, 6.500 pesetas como maestra en un colegio privado; uno de los chicos, empleado de Telefónica, obtenía 7.800 pesetas mensuales, y Luis, el segundo, con 28 años, "de la noche a la mañana me tuve que poner en la carretera con un camión a trabajar como transportista". El resto de su familia también le ayudó. Una tía hipotecó una finca en Sevilla y su hermana, que estaba en Francia, "trabajaba allí para nosotros". Rafael y su mujer, Matilde, se hicieron agentes comerciales, "pero se nos cerraban todas las puertas porque tenían informes negativos del Ayuntamiento". Esa situación se fue complicando con el progresivo deterioro físico del recaudador, que ahora se encuentra casi sordo. Matilde asegura que las seis anginas de pecho y el infarto que su marido ha superado en los últimos años han sido producto del sufrimiento por una acusación falsa.

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