Isabel Muñoz
Revelar 'a la antigua' para crear fotografías en dos dimensiones
Isabel Muñoz, fotógrafa, tuvo su primera cámara fotográfica a los 12 años, una Instamatic, "con la que no dejé de incordiar a todo el que se me puso a tiro", confiesa en su estudio madrileño, donde ha conseguido actualizar procedimientos de revelado (cianotipos, platinotipos, marrón de Vandyke) que casi nadie practica en España. Por medio de esa técnica periclitada, logra que sus fotografías tengan un volumen tangible, como esculturas en dos dimensiones. "Me gusta que la gente pueda tocarlas", asegura su autora.
Es precisamente esa intención de lograr un encuentro entre lo visual y lo tangible "sobre todo en las pieles y las telas", lo que la ha movido a exponer sus fotos sin cristal, "para que la gente pueda tocarlas", precisa. No es por eso extraño el título con el que encierra y abre su trabajo: Toques.Isabel Muñoz selecciona fragmentos de realidad, como no podía ser menos en un fotógrafo que congela una parte de lo que ve. Cuando camina por la calle se fija en los objetos y las personas y, mentalmente, las encuadra. Sin embargo, no se suele dejar encantar por el rostro. Sus fotos se refieren a partes del cuerpo sin mirada, brazos, pies, senos, hombros, espaldas... "Me encanta el retrato, pero creo que dice demasiadas cosas. Prefiero enfriar la realidad para queel espectador llegue a la fascinación por un camino menos directo". De ahí que le dé tanta importancia al revelado. Revela en papel y en tela de algodón emulsionado a mano. El positivado lo consigue por contacto, en urja prensa que ella misma se ha filbricado.
Para su trabajo, ha rehabilitado un viejo tercer piso de la madrileña calle de Hortaleza. En él ha conseguido conciliar el interés por recuperar procedimientos de revelado casi olvidados con objetos encontrados al azar en rastros de Londres y Madrid: un viejo gramófono "que todavía suena", un acordeón melancólico, una cámara de fuelle y con trípode... Ella reconoce sin pudor sia fetichismo.
Sí se muestra pudorosa, sin embargo, cuando se indaga en las razones de sus fotos. Las fotos no son razonables, "se explican por sí mismas o no se explican", piensa en voz alta.
Nacida en Barcelona en 1951, desde 1983 viaja cada año a Estados Unidos, donde ha tenido la oportunidad de desarrollar sus intuiciones. Tiene gemelos, por lo que sólo se consiente un mes al año lejos de casa para zambullirse en los misterios de la luz y del revelado. Y no se muestra celosa de sus descubrimientos.
Insiste en dejar constancia de que parte de lo que ha conseguido se lo debe al fotógrafo Ramón Mourelle, o a sus maestros norteamericanos Martha Madigan y Craig Stevens, de Maine, y John Wood y Neil Selkirk, en la Visual Studies de Rochester, cerca de Nueva York, con quienes ha aprendido técnicas de collage, revelado e iluminación.
Ella no es una artista hermética. Deja que el espectador se sumerja en su mundo y revela, con la inquietud infantil de quien tiene por primera vez entre las manos una cámara fotográfica, cuál ha sido su trayectoria hasta aquí.
Del mismo modo, insiste en que la manera de fijar sus fotografías, con procedimientos como el cianotipo (para los tonos azules), el platinotipo (para los negros) y el Vandyke (un derivado del cianotipo para los ocres), es sencilla de aprender y nada peligrosa. El resultado son unas texturas que tienen algo de esculturas en dos dimensiones.
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