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El futuro de Andalucía

La mejor garantía para el buen éxito de un proyecte, la da el haber contado con las posibilidades propias y con las del mundo en que el proyecto ha de cumplirse; y la primera de las posibilidades propias consiste en haberse propuesto el proyecto en cuestión, en no vivir a la deriva. Nada más obvio.No sé yo si los actuales rectores de la viola andaluza han elaborado, respecto del futuro de Andalucía, algo semejante a un plana medio o a largo plazo. Menos aún puedo saber cuál será la disposición de la sociedad andaluza para hacerlo suyo y llevarlo a término. Con estas salvedades, me aventuraré a emitir una opinión personal.

Punto de partida de ella tiene que ser este. hecho incontestable: Andalucía es España, y como parte de España se siente a sí misma. "La España más España" la llamó Blas Infante, máxima figura del nacionalismo andaluz. No sé si fue don Ramón Menéndez Pidal, o Federico García Lorca, o acaso los dos, quienes llamaron a Andalucía Castilla la Novísima. De Norte a Sur, España habría sido sucesivamente Castilla la Vieja, desde Cantabria hasta el Guadarrama; Castilla la Nueva, desde el Guadarrama hasta Despeñaperros, y Castilla la Novísima, desde Despeñaperros hasta Tarifa. Aceptando ese sugestivo esquema, aunque con la grave reserva de lo que a tal respecto son, con su respectiva realidad, Aragón, Cataluña, Vasconia y Galicia, yo me permitiría introducir en él dos novedades: incluir las islas Canarias en el ámbito de Castilla la Novísima y llamar también América la Primerísima al conjunto que histórica y socialmente forman Andalucía y el archipiélago canario. Aun teniendo muy en cuenta la hermosa realidad de la Giralda, la besa, antes es Andalucía primerísima América que ultimísimo Islam.

Andalucía se siente España, y según este básico hecho debe ser contemplado su futuro. En consecuencia, la empresa de diseñarlo debe tener como marco y suelo el "sugestivo proyecto de vida en común", repitamos la espléndida consigna de Ortega, que para el todo de España se conciba. ¿Cuál puede ser ese proyecto? Según las posibilidades reales de España y la idea que del futuro del mundo se tenga, ¿en qué debe consistir la reforma -no cabe otra cosa, si uno quiere moverse entre la revolución y el conformismo- de nuestra vida colectiva? En cuatro puntos me atrevo a formular mi personal respuesta, acaso mi personal utopía:

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1. Sin el descabellado propósito de competir con los países que van a la cabeza de la creación de ciencia y de técnica, admitiendo, por tanto, la necesidad de importarlas en alguna medida, España debe producir la ciencia y la técnica correspondientes a un país europeo de 40 millones de habitantes.

2. La planificación del futuro de España debe hacerse armonizando su unidad y su diversidad. Unidad basada ante todo en la general posesión del idioma común -con una meta: que todos los españoles lo tengan como suyo, aunque sea otra su lengua familiar- y en la general vigencia de unas cuantas instituciones fundamentales. Diversidad, cuyo nervio principal debe ser el empleo y el cultivo sin reticencias, en su territorio propio, de las lenguas no castellanas -con un propósito: que el catalán, el gallego y el euskera sean para todos los españoles lenguas españolas, y como tales las estimen- y la progresiva autonomización de la vida administrativa.

3. El mantenimiento, la depuración y la suscitación de un sentido de la vida -por tanto: de la ciencia y la técnica, del trabajo, de la administración, de la economía, de las costumbres- en el cual la primacía de la persona -por tanto: de la realidad y la dignidad del hombre de carne y hueso- sea valor supremo. Salus hominis, suprema lex. ¿Es posible una sociedad española en la cual, junto a una suficiente producción de ciencia y técnica, siga siendo actual y propio el modo de sentir y hacer la vida de que nacieron la Celestina, el Quijote, el Cant espiritual y Follas novas? ¿Puede alcanzarse una no conflictiva convivencia de la gravedad castellana, la saudade gallega, el seny catalán, la gracia andaluza y la vitalidad vasca, por un lado, y un conjunto de universidades en las que se haga en serio topología, lingüística, filosofía exportable y física de las partículas elementales, por otro? Si no fuese así, nuestro futuro no sería real y verdaderamente nuestro.

4. El logro de una vida colectiva en la cual los fines no justifiquen los medios, la libertad civil tenga a la justicia social como meta constante, y la justicia social se enderece en último extremo al ejercicio y el goce de la libertad.

En el marco y sobre el suelo que esos cuatro puntos determinan debe planearse el futuro déeAndalucía. Limitarse a ver el fluir histórico de la vida andaluza como la mansa actividad de andaluzar lo que a ella venga es cosa a un. tiempo anacrónica y nociva. Mientras fueron hombres con técnica artesanal los que vinieron a la Bética, acaso tal actitud fuese posible; y aún así quedaría por resolver el problema de cuándo y cómo se fraguó la virtualidad de esa básica y transmutadora Andalucía. Pero desde que en el siglo XIX pasaron a la historia la, técnica artesanal y la vida del ancien régime, la mera andaluzación de lo recibido ya no era factible. Algo cualitativamente nuevo tenía que ocurrir en la Sevilla de Carmen, en la Granada anterior a la Gran Vía y en el Cádiz romántico para que esas ciudades estuviesen verdaderamente al día, como en buena medida llegaron a estarlo, en los comienzos de nuestro siglo, Barcelona y Bilbao; algo que todavía no ha tenido realidad suficiente en Sevilla, Granada y Cádiz.

Sin informática y electrónica no es posible que la vida colectiva sea verdaderamente actual. Ahora bien: importadas o recreadas una y otra, ¿cabe andaluzar su empleo? Evidentemente, no; con castellano andaluzado, con. inglés del middle-west o con alemán bávaro, el correcto emplee, de la informática y la electrónica. exige atenerse a las severas reglas que impone lo que una y otra son; reglas cuya posesión requiere la adecuada racionalización de lamente: la conducta, y en consecuencia una también adecuada educación. Otra cosa no pasaría de ser chapuza para ir tirando. Y puesto que Andalucía no sería Andalucía sin el encanto del baile por sevillanas, sin el drama del cante por soleares, sin la sencilla belleza de sus pueblos blancos y sin la peculiar y fina ironía de sus gentes, la pregunta es: ¿puede construirse una Andalucía en la cual coexistan armoniosamente la racionalidad que pide la técnica actual y ese conjunto de sutiles gracias? A los planificadores del futuro andaluz toca. la respuesta.

Otro tema. Sin una decorosa justicia social -jornales estables y- suficientes, vivienda higiénica, escolarización, asistencia sanitaria, acceso a los bienes de la cultura-, no puede decirse que una sociedad viva en el nivel histórico de nuestro tiempo. Nueva pregunta: ¿qué debe hacerse para que el proletariado andaluz logre a corto o a medio plazo su tránsito socioeconómico a la actualidad? Y, en tal caso, ¿conservará el pueblo andaluz los hábitos que le dan su identidad? Cenando hace años, en Granada, con el cantaor José Menese, le pregunté si dentro de una sociedad andaluza así configurada subsistirían el cante hondo y la varia pena que en él tan patéticamente se expresa. Sin la menor vacilación me respondió que sí, porque la pena que canta el cante hondo se siente tanto con hambre como sin ella. Es una pena existencial, apostillaría un pedantón al paño. Con José Menese estoy, y quisiera tener años para ver cómo se cumple esa esperanza suya.

Advierto ahora que sólo de problemas y deseos está tejida mi reflexión sobre el futuro de Andalucía. No poco daría. yo por ofrecer a los andaluces lo que mi limitación no me permite ofrecerles: una serie de soluciones precisas y eficaces. Los actuales rectores de la vida andaluza deben encontrarlas, si de veras quieren a su pueblo.

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